HÉCTOR MIRANDA Y LOS CALCHAKIS


© José María Fernández Díaz-Formentí (2019; actualizado en 2022)
En octubre de 2018 fallecía en París Héctor Miranda, fundador y director del conjunto Los Calchakis. Héctor fue una persona importante para mí, además de amigo. A veces me han preguntado de donde surgió mi pasión por América del Sur. Hubo varios condicionantes previos para ello en la infancia, pero lo que de verdad disparó la cosa fue un disco LP que me trajo un día mi madre allá por 1977/78. Ella estaba intentando que nos gustase la música como era su caso, y nos iba trayendo discos de distintos estilos musicales (sin demasiado éxito hasta ese momento). Pero el LP que trajo ese día, «Las flautas Indias, vol. 4» de Los Calchakis fue muy especial. En cuanto el tocadiscos comenzó a surcar el disco y comenzaron a sonar los primeros compases de la primera canción, «Peregrino soy», un pasillo ecuatoriano con rondador, ocurrió algo muy intenso dentro de mí, difícil de explicar, pero muy emocionante. Un amigo dice que los que sentimos pasión por la música andina solemos tener ese momento que el define como «te picó el bicho». A mi lo hizo ese día, y a través de la música de los Andes me fui adentrando en el conocimiento de su cultura y naturaleza, y así hasta hoy.
En los años 70 y 80, Los Calchakis era un grupo de referencia en Europa. Hoy lo sigue siendo cuando se habla de la interesante historia de la música andina y sudamericana en Europa. Siempre ocuparon un lugar muy especial en mi discoteca y en mis gustos. Por supuesto no me perdí los conciertos que dieron en Gijón y Oviedo por aquellos años, y fue entonces cuando pude conocer a Héctor, que me firmó todos sus discos. Nuestro último encuentro personal fue en Burgos, en un extraordinario concierto que dieron en la iglesia de La Merced en 2009, con un coro francés. Al día siguiente estuvimos juntos conversando más de una hora. Aunque con Héctor ya mantenía contacto por correo electrónico, a partir de ese concierto intensificamos nuestra correspondencia, intercambio de documentos, etc. Incluso me concedió el honor de ilustrar la carátula del último CD de Los Calchakis con una de mis fotos, tomada en el lago Titicaca.
Desde hace 40 años es difícil que pasen más de 3 o 4 días sin que escuche alguno de sus discos (frecuentemente lo hago a diario durante semanas), que me acompañan mientras camino, hago deporte, trabajo o escribo. Desde hace más de 40 años, la genial creación de Héctor, Los Calchakis, lleva haciéndome feliz casi a diario y además fue el factor fundamental en despertar y estimular mi pasión por América del Sur, tan importante hoy en mi vida. Por eso he querido rendirle aquí este homenaje, un extenso artículo sobre su vida basado en su libro biográfico, sus textos en los discos, nuestras conversaciones personales y en correspondencia. Creo que es interesante además por recoger un momento de la vida musical y cultural de París, los años 60 y 70, muy activos. El texto, ha sido revisado y aprobado por su esposa Ana María Miranda, que me ha aportado algunos datos adicionales y ha tenido la gentileza de proporcionarme interesantes fotos.
Infructuosamente, he intentado publicar una versión reducida de este artículo en Wikipedia, pero sus bibliotecarios consideran el personaje «sin interés enciclopédico» y lo han denegado por dos veces. Me resulta incomprensible, pues por un lado Héctor Miranda cumple sobradamente los criterios de interés enciclopédico establecidos por Wikipedia para un personaje; además el rechazo del artículo resumido me llegó apenas 1 minuto después de su publicación en Wikipedia, lo que resulta muy extraño, pues el bibliotecario no pudo tener tiempo a examinar el artículo y el interés del personaje. Lo peor de todo es que, por más que he intentado obtener una respuesta de los bibliotecarios de Wikipedia que lo han rechazado, no se han dignado a responder nunca. Wikipedia anima mucho a la gente a participar, pero… ¡ya veis!. Temiendo que los rastreadores de Wikipedia pudiesen considerar el resumen que envié un artículo plagiado de este que viene a continuación, lo tuve un par de meses sin publicar mientras hacía los intentos en Wikipedia, pero ahora, desistiendo ya de esta última, vuelvo a sacarlo a la luz. Sirva todo ello como un modesto homenaje a mi amigo Héctor y a su legado de felicidad sonora que disfruto casi a diario.
HÉCTOR MIRANDA, nombre artístico simplificado de Héctor García Miranda (Buenos Aires, 1930- París 2018) fue un músico, pintor y artista argentino, fundador y director del grupo musical Los Calchakis.
INFANCIA Y JUVENTUD. Nació el 7 de octubre de 1930 en Villa Atlántida, por entonces un barrio periférico de Lanús Oeste, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia humilde, siendo el primogénito de cuatro hermanos. Su padre, José García Díaz, era natural de Posada de Llanera (Asturias, España) y había emigrado a Buenos Aires en 1924, donde trabajaba en una panadería. Su madre era bonaerense de padres españoles, naturales de Salamanca y Galicia. El barrio en que nació y vivió era de emigrantes españoles que Héctor recordaba como “honestos, trabajadores y alegres, que sabían cantar en coro y divertirse cuando había una fiesta”. Cursó sus estudios de Primaria en la Escuela nº 4 de Lanús Oeste.


Al acabar sus estudios de Primaria comenzó a ayudar a su padre en la panadería, hasta que un tiempo después el profesor de dibujo y publicidad Aníbal Zorzoni se ofreció a tomarle como alumno, a la par que le amplió los horizontes musicales (hasta entonces fundamentalmente de tango) y le introdujo en la música clásica y folklórica. Este profesor consiguió además que una agencia de publicidad del centro de Buenos Aires aceptase a Héctor como aprendiz, cuando tenía catorce años. Su trabajo consistía en hacer bocetos de los muebles que las mueblerías iban a anunciar, aunque pronto fue contratado por otra agencia publicitaria donde se profesionalizó.
Durante tres años, al terminar su jornada laboral acudía a las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Continuó sus estudios de forma similar cuatro años más en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Puyrredón, donde obtuvo su diploma de profesor de dibujo y grabado en 1953. Complementó entonces su formación otros dos años adicionales en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova, y a su término consiguió una plaza como profesor de grabado en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano (1957).

Durante sus estudios participó en varias excursiones con talleres prácticos de pintura organizadas por el Ministerio de Educación por el interior de Argentina. Visitó las cataratas de Iguazú (1949), Patagonia (1950) y Catamarca (1951), en el noroeste argentino. Este último viaje resultaría muy importante en su futura carrera musical: “Una tarde en que pintábamos en una pequeña localidad al pie de las montañas escuché el sonido de una flauta que venía de muy lejos hacia el lugar donde estábamos trabajando. Estaba tan subyugado que dejé de pintar y quedé mirando el lugar de donde venía el sonido (…). Era seguramente una kena o un pinkullo, nunca lo supe, pero lo que sí sé es que este episodio está estrechamente ligado a mi amor por la música andina”. En posteriores viajes al noroeste argentino, por los valles Calchaquíes, Salta, Jujuy y la Quebrada de Humahuaca, afianzó su interés por los paisajes andinos y su música. En aquellos viajes siempre preguntaba por los músicos y cantantes de los lugares, reuniéndose y cantando con ellos, y aprendiendo de su cultura.

En Buenos Aires se inició en la música cantando tangos y algunas canciones del folklore tradicional en las fiestas de estudiantes o en las que surgían en su barrio. Se animó a realizar algunos cortometrajes y guiones cinematográficos (siempre fue un apasionado del séptimo arte). En 1957 fue seleccionado para participar en la sección argentina de la Bienal de Sao Paulo, y recibe la Medalla de Oro del Salón de Otoño de San Fernando. Por esos años participa en exposiciones colectivas (Museo de Córdoba, galerías Peuser y Pizarro, etc.) y gana varios concursos nacionales artísticos: alguno notable fue, por ejemplo el Gran Premio de Honor de Grabado del Salón Nacional de Estudiantes de Artes Plásticas (1955).



Estos reconocimientos le permitieron ahorrar algo de dinero para su siguiente proyecto: en 1958 solicitó un tiempo de excedencia para viajar a París y profundizar allí en su formación artística. Hasta ese momento no había considerado la posibilidad de dedicarse a la música, pero ante la perspectiva del viaje lo consideró como una posible fuente de ingresos complementaria durante su estancia en la ciudad. Así zarpaba de Buenos Aires el 9 de enero de 1959 en el barco francés Claude Bernard rumbo a París, portando en su valija “pinceles, tubos de óleo, una flauta, letras de canciones y muestras de dibujos publicitarios”, convencido de que “si no triunfo en una cosa, triunfaré en otra”…
En la travesía iba acompañado de algunos compañeros de sus estudios de arte, patrocinados también por el gobierno francés. Esto no suponía dotación económica o beca para el viaje, pero si algunas facilidades en su estancia. Tras 20 días de travesía marítima, con escalas en Montevideo, Santos, Río de Janeiro, Las Palmas de Gran Canaria y Vigo, el barco llegó al puerto de Le Havre el 29 de enero de 1959.

PRIMER AÑO EN PARÍS (1959)
Durante el primer año de su estadía en París, Héctor García Miranda fue aprendiendo el idioma francés, frecuentando monumentos, museos y exposiciones artísticas, y asistiendo a algunos talleres de artistas como Emilio Pettoruti y Stanley William Hayter, este último uno de los grabadores más importantes del siglo XX, creador de la estampación a color conocida como técnica Hayter. Supervisaba también sus evoluciones pictóricas el padre del llamado Op-art, Víctor Vasarely, un estilo artístico que recurre a ilusiones ópticas. Tras unos meses sus fondos económicos se iban agotando. Había visitado algunas agencias publicitarias ofreciendo sus servicios, pero no obtenía contratos por el momento. Intentaba obtener algún dinero con trabajos puntuales como pintor de brocha gorda o carteles para fiestas.
Ante lo precario de su situación económica se decidió a cantar en las veredas y bulevares de París. Necesitaba para ello encontrar a un guitarrista. Primero ensayó con el pintor venezolano Jesús Soto, que también tocaba la guitarra, pero no llegaron a actuar en la calle. Pintando carteles para la Fiesta de las Naciones en la Ciudad Universitaria conoció a un estudiante argentino, de apellido Nicotra, que le propuso cantar con él, un guitarrista y dos bailarines representando a Argentina en esa Fiesta de las Naciones, con gran éxito.

Pocos días después, en la noche del sábado 27 de junio de 1959, Nicotra y Héctor actuaron ante el café El Madrigal (actual restaurant Unisex) y otras terrazas de los Campos Elíseos, con su guitarra y bombo. Comprobaron que su música era bien acogida por el público y que les permitía obtener algún dinero, pero tuvieron que suspender su actuación ante la amenaza de ser denunciados a la policía por un camarero. Como Nicotra se desanimó, no repitieron la actuación más días, pero Héctor pudo comprobar el gusto del público por la música argentina y las posibilidades de recurrir a ella como fuente de ingresos durante su estancia en París.

El día 7 de julio en la noche acudió al café Old Navy, donde se reunían artistas argentinos. Ese día conoció allí a Jorge Milchberg, músico argentino integrante del cuarteto Los Incas, que le presentó al estudiante de derecho colombiano y guitarrista Carlos Lozano, también con necesidades económicas por entonces. Tras ensayar tres canciones argentinas y dos colombianas, el 14 de Julio (fiesta nacional francesa) recorrieron las veredas y cafés de los Campos Elíseos con gran éxito y recaudación. Los días siguientes hicieron lo mismo en el bulevar Montparnasse.
Por entonces (16 de julio) Héctor consiguió su primer trabajo en una importante agencia de publicidad como dibujante, con un sueldo que aseguraba su situación económica. Unos días después volvió a coincidir con Jorge Milchberg en una comida organizada por Carlisky, escultor compañero del viaje en barco a Francia. Héctor cantó varias canciones del noroeste argentino acompañado al charango por Milchberg, que le propuso reunirse dos veces por semana y preparar una veintena de temas, para así incorporarle al grupo Los Incas. La propuesta no llegó a concretarse, en parte por el propio desinterés y falta de tiempo de Héctor, ahora con un buen trabajo.


No abandonaba las artes plásticas, y en octubre, con sus compañeros argentinos, expuso en la Primera Bienal de Arte de París, que tuvo gran interés por la crítica. Por entonces fue relacionándose además con algunos artistas cinéticos franceses, como Yvaral o Morellet; de este grupo surgiría un interesante proyecto al año siguiente.

En noviembre llegó a París otro pintor argentino conocido de Héctor, Rodolfo Krasno, que traía un charango para Héctor enviado por su hermana Delia. Las actuaciones en la calle con Lozano se habían interrumpido hacía unos meses, y Héctor, ya con trabajo estable, había dejado de considerar la música como la solución de emergencia de su economía.
Según su cuñado y compañero de estudios, el profesor Lorenzo Carballo, Héctor era “un perfeccionista nato, lo cual se manifiesta en lo exigente que es para consigo mismo y para los demás. Tiene una gran capacidad de trabajo. Para él, el orden de la naturaleza posee la mayor importancia, lo que explica su admiración por Cézanne, su pintor favorito”.

1960: ORIGEN DE LOS CALCHAKIS
El 3 de marzo de 1960, durante una fiesta privada para despedir a un amigo que regresaba a Argentina, apareció en la noche un invitado recién llegado de aquel país. Se trataba del guitarrista y cantante Fernando Leynaud, que había arribado a París con un contrato para acompañar a Carmela, una cantante española que actuaba en la peña El Manouche del barrio latino. Allí actuaba también el artista cinético venezolano Jesús Soto, conocido de Héctor desde el año anterior, y que le había recomendado buscar un guitarrista. Héctor acudió a escuchar a Leynaud en la peña y entablaron una buena amistad, que se tradujo inmediatamente en un dúo. Comenzaron los ensayos y poco después las actuaciones en El Manouche, con gran éxito. Fernando Leynaud tocaba la guitarra y cantaba con registro de barítono; Héctor tocaba el bombo y cantaba en registro de tenor.

Por entonces conoció a la que terminaría siendo su esposa, Ana María. Parisina, nacida en 1938, era hija de dos cantantes de ópera -su madre era suiza-, y había recibido clases de solfeo desde los 8 años, formándose más tarde en guitarra clásica y canto lírico. Durante su educación escolar aprendió español, lo que después le facilitó conseguir un primer trabajo en la UNESCO, en el departamento encargado de recibir a los estudiantes iberoamericanos que llegaban a París con becas. Esto la había acercado a la cultura de aquellos países y se aficionó a su folklore, animada por una amiga que también tocaba la guitarra y tenía algunos discos de música popular sudamericana, que Ana María escuchaba. Ambas cantaban las canciones, acompañándose con sus guitarras.
Una amiga argentina de Héctor, llamada Perla, conocía por sus trámites en la UNESCO a Ana María y sus facultades musicales, y le recomendó conocerla. Héctor le propuso formar un trío con Fernando Leynaud y él, lo que fue gratamente aceptado por Ana María y comenzaron a ensayar. Ana María Miranda, con una profunda formación musical y una magnífica voz, iba a significar un soporte muy importante en la calidad musical del conjunto en toda su trayectoria, firmando en él muchos de sus arreglos y composiciones con el seudónimo «Huayta».
Había que buscar nombre para el trío recién constituido, y dado que iban a interpretar mayoritariamente temas de los Andes, no eran convenientes nombres alusivos a otras zonas más tópicas de Argentina como los que se barajaron de Los Pamperos o Los del Plata. Héctor recordó a una antigua novia que había tenido en Catamarca durante sus viajes de estudiante, y evocando aquel recorrido que le llevó por los valles Calchaquíes, Salta, Jujuy y la Quebrada de Humahuaca, propuso el nombre de Los Calchaquís para el trío, recordando el nombre de los indígenas de esa región (“Calchakis”, españolizado como “Calchaquíes”). Para la fonética francesa resultaba más sencillo Los Calchaquís que la españolizada Los Calchaquíes. Durante los primeros años del trío, el nombre se mantuvo como Los Calchaquís, pero cuando Fernando Leynaud regresó a Argentina a mediados de 1962, Héctor decidió cambiar la ortografía del nombre del grupo a Los Calchakis. En su opinión la “k” se adecuaba más a la fonética indígena del lugar, al igual que ocurría en otras palabras como quena (“kena”), quechua (“kechua”), etc.

En junio el trío ya contaba con un nombre y repertorio de canciones. Héctor seguía trabajando, pintando y exponiendo con su grupo de artistas (Museo de Bellas Artes de Tel Aviv, Milán…). El 21 de junio de 1960 el trío Los Calchaquís hace su debut en el Festival Internacional de las Naciones (el mismo en el que un año antes había conocido y actuado con Nicotra). Se acompañaron de dos bailarines, Ángel Elizondo y la propia esposa de Leynaud, Beatriz. Su actuación fue premiada y muy exitosa, lo que resultó muy estimulante para ampliar el repertorio e incluso encargar atuendo de escena. Los tres cantaban, y Fernando Leynaud tocaba la guitarra, Ana María guitarra y charango, y Héctor acompañaba con el bombo y algunas flautas.

Poco después, en el mes de julio los artistas Yvaral, Morellet, Héctor García Miranda y sus compañeros argentinos Julio Le Parc, García Rossi, Hugo Demarco y el español Francisco Sobrino, constituyeron el Centro de Investigaciones de Artes Visuales, que unos meses después (enero 1961) modificó su nombre por el de Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV, según sus siglas en francés, Groupe de Recherche d’Art Visuel). Su objetivo era trabajar libres de cualquier tipo de presión comercial, social, económica o estética de moda. Sus integrantes cultivaron durante los años 60 el llamado arte cinético y del Op-art, a base de formas y abstracciones geométricas que, jugando con la luz y los colores, parecían tener movimiento en el cuadro. Su primera exposición colectiva tuvo lugar en en la Galería Latinoamérica de Bruselas en 1960, aunque ya antes Héctor había participado en otra exposición colectiva con otros 21 jóvenes compatriotas argentinos en el Museo Dizengoff de Tel-Aviv (Israel), y repetiría con algunos de ellos, del GRAV, en la exposición 30 argentinos de la Nueva Generación inaugurada en la galería Creuce de París.

El GRAV tuvo bastante repercusión en las corrientes artísticas del arte moderno y realizó importantes exposiciones en distintas ciudades europeas y americanas (bienales de París, Sao Paulo, Museo de Arte Moderno de París …). Tuvo especial notoriedad la llevada a cabo en el Pabellón Marsan del Museo de las Artes Decorativas del Louvre, donde Héctor aportó estructuras geométricas de cartón corrugado. Aunque Héctor García Miranda estuvo entre los fundadores del GRAV y participó con numerosos cuadros en diversas exposiciones, se vio obligado a abandonar el grupo en 1965-66 por sus compromisos relacionados con la música. En cualquier caso, el grupo terminó por disolverse en 1968.

Tras unas vacaciones veraniegas, el conjunto reanudó su actividad y al cabo de pocos meses surgió la oportunidad de tocar de forma regular y remunerada. Así, en el mes de Noviembre, Los Calchaquís comenzaron sus actuaciones nocturnas en La Guitare, una peña de moda donde alternaban sus actuaciones de música y baile (Ángel Elizondo y Beatriz seguían actuando con el trío como bailarines) con un grupo de flamenco (Los Gitanillos de Cádiz). Aunque los parisinos acudían a La Guitare a ver el espectáculo flamenco, el éxito de sus casi “teloneros”, Los Calchaquís se hizo pronto muy notable y equiparable al de los andaluces, aumentando gradualmente su popularidad.


1961-1962. PRIMERAS GRABACIONES. LA CANDELARIA.
Durante el año 1961 Los Calchaquís continuaron sus pases nocturnos en La Guitare, compaginándolos con el trabajo regular de sus miembros durante el día. Héctor seguía en la agencia de publicidad y pintando para exposiciones del GRAV, como la de “El Movimiento” en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo. A finales de año Los Calchaquís realizaron su primera grabación, un single con cuatro canciones de navidad argentinas. El grupo consideró una estafa la edición de este disco, pues el registro sonoro fue realizado por el editor en su estudio creyendo los músicos que se trataba de una prueba de audición; ante su sorpresa las cuatro canciones navideñas salieron en un disco single (Nuit de Noel) un mes después (inicios de 1962), sin previo aviso.

En los primeros meses de 1962 grabaron su segundo disco, esta vez en la casa “Le Chant du Monde”. Se trataba de un disco de duración media (un formato intermedio entre el single y el LP) compuesto de 10 canciones de Atahualpa Yupanqui: Los Calchaquís chantent Atahualpa Yupanqui. De nuevo el grupo cometió un tropiezo relacionado con su inexperiencia y el disco defraudó mucho a Héctor por tener una baja calidad técnica en registro y montaje del sonido.

Poco después de esta grabación, en la primavera de 1962 la bailarina Beatriz quedó embarazada y su esposo Fernando Leynaud decidió regresar con ella a Buenos Aires en junio. Esto supuso un severo contratiempo para el grupo, que ya tenía compromisos adquiridos en la Costa Azul para los meses de verano y en el Teatro Bobino al regreso durante varias semanas. Para resolver la situación, reemplazaron a Leynaud ese verano con un guitarrista mexicano nacido accidentalmente en Bélgica, Pedro “el Belgicano”. En el plano pictórico, Héctor participa en agosto y septiembre en la exposición “El Arte Latinoamericano en París” del Museo de Arte Moderno de París.


Al regresar a París, el anterior trío Los Calchaquís había pasado a ser el dúo Los Calchakis entre Ana María y Héctor, y así fueron contratados para actuar en una peña del barrio latino, en la calle Monsieur Le Prince, cercana al teatro Odeón: se trataba de La Candelaria, donde alternaban en escena con músicos muy notables, como Violeta Parra y sus hijos (Isabel y Ángel), Los Changos (dúo del quenista argentino Alfredo de Robertis y Ramón Esteban) o Los Caracas (grupo venezolano de los hermanos Guerra). Prácticamente todos los artistas latinoamericanos notables de paso por París actuaron en La Candelaria, Atahualpa Yupanqui inclusive. Era un lugar con encanto, cuya cocina ofrecía platos españoles e iberoamericanos, con actuaciones de flamenco, jotas y música sudamericana en un ambiente divertido, desenfadado y de buen humor. Su propietario, creador y director era Miguel Arocena, donostiarra exiliado del franquismo, gerente del Café teatro de L’Odéon, y que también cantaba (llegó a grabar algunos discos) en La Candelaria con un percusionista y acompañado por el guitarrista argentino Jorge Etcheverry. Héctor y Ana María necesitaban un guitarrista para recomponer el trío y cumplir con su compromiso inmediato en el teatro Bobino, y Etcheverry les gustaba más que “el Belgicano”. Este accedió a acompañarles en el teatro y las actuaciones (primeras de Los Calchakis en un gran escenario, fuera de las pequeñas peñas), se resolvieron con éxito.

La peña de La Candelaria resultaría muy importante en la evolución del conjunto. El día de su debut conocieron a Violeta Parra, que elogió su calidad y establecieron una inmediata amistad. El quenista que acompañaba a la cantautora chilena, también presente, era el “gringo” Gilbert Favre, suizo que poco después pasaría a integrar el grupo Los Jairas. El lugar llegó a ser un semillero de artistas, y no solo del ámbito musical. Además de potenciar la carrera de Los Calchakis, también lo haría con la futura de Ana María en el canto lírico, pues en La Candelaria Arocena le presentó al compositor operístico Gian Carlo Menotti, que la contrató para cantar algunas de sus obras.
El bailarín que había actuado tiempo atrás con Los Calchaquís, Ángel Elizondo, formó mientras un ballet y obtuvo un contrato para actuar en Beirut (Líbano), invitando al grupo a acompañarles. Etcheverry prefirió seguir en La Candelaria y de nuevo tuvieron que buscar a un guitarrista. Esta vez fue el también argentino Eduardo Calvo, buen instrumentista y con voz de barítono. Al regresar a París, Héctor y Ana María decidieron continuar como dúo en las peñas y como trío en las actuaciones de más importancia que surgiesen.

1963. TELEVISIÓN Y NUEVOS PROYECTOS.
Durante 1963 la actividad del grupo se mantuvo exitosamente en La Guitare y otras peñas y contratos, alternando sus actuaciones en forma de dúo y trío. En La Guitare actuaban con una nueva pareja de bailarines (el peruano de apellido Matos y la antillana Madly Bamy). En agosto Héctor y Ana María contrajeron matrimonio y en noviembre tuvieron su primera actuación en la televisión, en el programa “Le Grand Voyage” de Jean Thévenot.

Comenzaron por entonces a actuar en una importante y prestigiosa peña, La Contrescarpe, obteniendo un gran éxito y buenas críticas en los periódicos; sus actuaciones continuarían allí los siguientes años, simultaneándolas con otras en La Candelaria, L’Ecluse y Chez Georges. El éxito y popularidad de Los Calchakis iba en aumento. También en este año conocieron al músico y compositor paraguayo Nicolás Pérez González, llegado a Europa en 1960 y excelente intérprete de instrumentos de cuerda. El músico asunceno comenzó a colaborar con el dúo, especialmente en conciertos y grabaciones, y más tarde se incorporó a la plantilla fija del conjunto cuando pasó a ser cuarteto y quinteto.

En este periodo, Ana María y Héctor exploraron otras formas paralelas y simultáneas de hacerse conocer ante el público, adaptándose a las modas del momento; Los Calchakis ya estaba fundado, pero los gustos y ritmos preferidos por los parisinos en esos años 60 eran de un estilo diferente al del nuevo grupo. Héctor y Ana María decidieron así grabar algunos discos paralelos con el nombre artístico de Los Pamperos y María et Santiago, reservando Los Calchakis para otro tipo de música. Así, en este año 1963 salió editado un disco intermedio entre single y LP (33 rpm) en el que Ana María y Héctor hacen un trío con el guitarrista y arpista paraguayo del grupo Les Guaranís Gerardo Servín (1921-2011), bajo el nombre de Los Pamperos, uno de los nombres que se habían barajado años antes cuando nació Los Calchakis. El disco, del que también se editó un single, recoge ritmos ausentes en la discografía de Los Calchakis, como cha-cha-chá, batucada, porro, etc.

Por esa época también editaron discos LP con otras líneas musicales, bajo el nombre de María et Santiago. Se trata de Les Andes a Paris y A bailar amigos en París; el primer disco recoge diversos temas sudamericanos acompañados por Los Calchakis, con estilo adaptado a los gustos franceses de la época; de hecho, la primera cara del disco es cantada en francés. Los integrantes que figuran como «Los Calchakis» son Nicolás Pérez González (guitarra), Juan Golicki (arpa), Gabriel Castillo (cuatro), Huayta (esto es, la propia Ana María, al charango y tiple) y Amaru (seudónimo por entonces de Héctor Miranda que se encarga de las flautas). A bailar amigos en París es un disco posterior (1968) que se aleja mucho del estilo habitual del grupo, y de hecho Los Calchakis no acompañan al dúo en esta ocasión: se compone de una miscelánea de canciones de estilos de éxito en el París esos años (pasodobles, Bossa Nova, cumbias, etc). A partir de estos dos LP se editaron además un par de discos singles con selecciones de los mismos.


Pero esa línea pronto llegó a su término, pues por entonces la casa discográfica Arion tenía el proyecto de realizar una colección de discos dedicados a la música tradicional de los distintos países latinoamericanos. El de Argentina ya había sido grabado por Alfredo de Robertis, y el de Chile por Violeta Parra. Esta última presentó Los Calchakis a la directora de Arion, Ariane Ségal, que les propuso grabar el año siguiente sendos volúmenes dedicados a Bolivia y Perú. Ana María colaboró además por separado en el dedicado a Colombia, cantando con el grupo Los Guacharacos (el propio «Héctor García» figura como director de dicho grupo). En el plano artístico-plástico, Héctor expone este año en el Museo de Bellas Artes de Zagreb (Croacia).
1964-1966. La Flûte Indienne
En marzo de 1964 grabaron En Bolivie (participando el quenista francés Guillermo de la Roca, Inés Iriarte, Hugo Orellana, J.C. Trigo, R. Peco, Mauricio Fernández -arpa-, A. Miño y V. Rojas), y en ese mismo año Au Perou (con la colaboración nuevamente de Guillermo de la Roca e Inés Iriarte, además de Nicolás Pérez González, Andrés Mino, Juan Pedro Repeco y J. Riestra); ambos discos fueron editados en formato de 25 cm (unas 12 canciones cada uno), en Barclay bajo licencia de Arion.

Las actuaciones y galas eran cada vez más demandadas y a veces incorporaban al grupo algunos arpistas paraguayos, dependiendo de su disponibilidad. Así, tocaron con Los Calchakis Juan Golicki, Sergio Cuevas y Gerardo Servín. Mauricio Fernández, que había formado parte del Trío Guaranía, sería el magnífico arpista que incorporaron a alguno de sus discos pocos años después. Las apariciones en televisión se hacían más frecuentes, no solo en Francia sino también en Argentina. Héctor tomó clases de canto con el maestro Pencini para perfeccionar su voz. Además, el viaje de un flautista colaborador a la Argentina le obligó a aprender a tocar algunas flautas andinas (pinquillo, tarka, anata, siku). Respecto a su actividad pictórica, Héctor participa este año en la exposición “Nouvelle Tendance” del pabellón de Marsan del Museo del Louvre.
En el año 65 Los Calchakis conocen a un guitarrista y estudiante de arquitectura en París, natural de Mogente (Valencia, España): se trataba de Gonzalo Reig, que comenzó a colaborar con Los Calchakis, principalmente cuando los compromisos líricos de Ana María le impedían actuar. También por entonces se incorporó de forma ya estable Nicolás Pérez González (firmante a veces con el seudónimo de “Lambaré”), constituyéndose así un trío con Héctor Miranda. Este último firmaba por entonces sus letras y composiciones con el seudónimo “Amaru”, que más tarde sustituiría por el de “Calchay”. Los crecientes compromisos musicales le dificultaban cada vez más compaginar esta actividad con la pintura y este año abandona el GRAV, aunque participa en la sección francesa de la Cuarta Bienal de París.


En 1966 Ariane Ségal comunicó a Los Calchakis que Arion iba a abandonar los discos de 25 cm y volcarse en los LP de 30 cm. En el acto, Héctor le propuso hacer uno dedicado a las flautas andinas. Barclay rechazó la idea, pero la convencida Ariane Ségal impuso su criterio y así nació el LP La Flûte Indienne. Para la grabación era necesario contar con un quenista, y Héctor contrató al francés Guillaume de la Rocque, de seudónimo Guillermo de la Roca. Se incorporó un tema colombiano del disco En Colombie de los Guacharacos. El disco, editado en más de 30 países, se convirtió muy pronto en un súper ventas (más de 600.000 ejemplares vendidos), alternando los primeros puestos de ventas con otros tan conocidos como Bridge over troubled water»de Simon y Garfunkel, Let it be de Los Beatles, etc.

Muchos años después, en su disco Raíces Africanas (1985), Héctor Miranda recordaba la importancia que tuvo ese LP en su vida: “Ese disco había comenzado a madurar en mi cerebro durante el primer viaje que realicé por las provincias andinas del noroeste argentino, cuando cursaba estudios en la Escuela de Bellas Artes y solo tenía 18 años. Fue allí que descubrí la riqueza y la profundidad de la música precolombina, desconocida en Buenos Aires en esa época. Por esas razones, la idea de nuestro primer disco surgió de manera fluida y espontánea. El recibimiento del público fue equivalente, permitiendo que el éxito nos diera la posibilidad de dejar las peñas y comenzar una carrera de conciertos en los más importantes escenarios del mundo”.


1967-1970
El gran éxito de La Flûte Indienne trajo consigo la grabación de dos discos anuales en los tres años siguientes: en 1967 fueron La Cordillera de los Andes y La guitarra india, este último con la participación de Nicolás Pérez González, Ana María Miranda, Gabriel Castillo y otros músicos de apellidos Torres y Maldonado.
El matrimonio Miranda se instaló este año en la que sería su residencia definitiva en París, una casa que había pertenecido a Pierre-Jules Baroche (ministro de Justicia de Napoleón III en el siglo XIX) en la rue de Javel, con un pequeño jardín interior. Ana María ya comenzaba una brillante carrera lírica internacional, y sus arreglos musicales y composiciones para Los Calchakis comenzaron a ser firmados por ella con el seudónimo “Huayta”.


En 1968 grabaron primero La Flûte Indienne (vol. 2), de nuevo con Guillermo de la Roca, en un disco llamado en su edición española Magia de la Flauta India. Fue el último con la casa Barclay, pues el siguiente -ese mismo año- ya lo realizaron con Arion (recién independizada de Barclay), en una exclusividad que se prolongaría 30 años; el disco que comenzó esa serie fue Flautas, Arpa y Guitarras indias, con el arpa a cargo de Mauricio Fernández. En febrero, Los Calchakis actuaron en los Juegos Olímpicos de Invierno en Grenoble. A su regreso seguían actuando en La Candelaria, que se encontraba cercana al centro neurálgico de las protestas del Mayo del 68, y que finalmente tuvo que cerrar temporalmente a causa de los disturbios.
Ana María actuaba ya en papeles de óperas notables (por entonces como Zerlina en Don Giovanni de Mozart), participando en festivales líricos incluso fuera de Francia, y sus ausencias iban consolidando el grupo en forma de trío entre Héctor, Nicolás Pérez González y Gonzalo Reig. Con todo, en esta época, y hasta 1970, la estructura del conjunto no era estable. En función de las necesidades de los programas, actuaciones o grabaciones se incorporaban temporalmente músicos concretos (flautistas, arpistas, percusionistas de marimba…), acompañados por el resto del grupo.

En 1969 continuaron sus grabaciones con La Marimba India -en España titulado La Marimba Sudamericana– y Toda América India, disco este compartido con Alfredo de Robertis, que es el intérprete de una de sus caras y Los Calchakis de la otra; además, con Alfredo de Robertis, Nicolás Pérez González y Guillermo de la Roca se graba La Flûte Indienne (vol.3), aunque no saldrá editado hasta el año siguiente, con un merecido gran éxito que le haría acreedor de un Disco de Oro.
Poco después de la grabación, Héctor Miranda conoce a un joven músico chileno que comenzaba sus actuaciones en La Candelaria. Se trataba de Sergio Arriagada, que había estudiado violoncello en el conservatorio de Santiago de Chile y era un excelente flautista e instrumentista. El conjunto estaba en un momento de evolución estructural importante: la carrera lírica de Ana María era cada vez más exigente y su éxito en ese campo le iba a imposibilitar participar en Los Calchakis de forma sostenida. Héctor ya conocía a buenos músicos que habían colaborado con el grupo en galas y grabaciones, y había decidido ampliar el trío que formaba con Nicolás Pérez y Gonzalo Reig a un cuarteto, incorporando a Sergio Arriagada en septiembre de 1969, poco después de grabar el Disco de Oro que sería editado al año siguiente.

En 1970 Héctor Miranda y su esposa viajan al Perú y Bolivia para conocer in situ los países originales del imperio Inca y profundizar en el conocimiento de su folklore, así como “conseguir más material (flautas, percusiones, charangos, canciones y melodías) para continuar nuestra actividad en las mejores condiciones posibles”. Como recordaba Ana María, Héctor no realizaba grabaciones de las melodías que escuchaba: tenía facilidad para recordar los temas y sus letras, y también recurría a grabaciones realizadas por otras personas, para hacer posteriores arreglos.
A su regreso, cuando además el GRAV ya era historia, decidió abandonar el arte cinético y explorar nuevos estilos más figurativos, en los que incorporará a veces elementos del arte precolombino. Es en esta nueva época en la que el director de Los Calchakis repara en un detalle del arte prehispánico de México que le subyuga especialmente por sus trazos y sencillez: se trata de un ave estilizada en vuelo, y con alguna modificación por su parte, la transforma en el logotipo del conjunto. Por entonces sale editado el tercer volumen de La Flûte Indienne , grabado el año anterior poco antes de la entrada de Arriagada al grupo, LP que obtuvo la categoría de Disco de Oro, y que fue titulado en España Las Flautas Indias. El nuevo disco ya incorpora en su carátula el llamado “Pájaro Calchakis”, que muchos atribuyen equivocadamente a un cóndor.

Héctor había decidido transformar el cuarteto en quinteto incorporando a Rodolfo Dalera, un músico argentino por entonces aún poco conocido al que el director animaba a venir a París. “Con la consagración surgieron otras responsabilidades; había que mantener en las actuaciones en vivo y en los posteriores discos el prestigio (…), por eso decidí transformar el cuarteto en quinteto, y definir una serie de ideas alrededor de las cuales construir las siguientes grabaciones, para que cada disco aportara al público algo distinto y no fuese una copia del precedente” (del disco Raíces africanas, 1985).

Ese año de 1970 Los Calchakis dieron conciertos en Italia, Suiza y Suecia, pero otro de ellos resultó histórico en la evolución del grupo: en octubre, en la monumental iglesia parisina de La Madeleine y ante 2000 personas, interpretaron un programa folklórico en la primera parte y La Misa Criolla del compositor Ariel Ramírez en la segunda, cantada por un coro con Ana María Miranda como solista. “El éxito es inmenso y termina por consagrar definitivamente a Los Calchakis en Francia” (H. Miranda). El conjunto aún se presentaba en esos conciertos en forma de cuarteto (Miranda, Arriagada, Pérez y Reig), pues Dalera todavía no había llegado de Buenos Aires. A medida que el grupo se consolidó, Ana María lo fue abandonando para centrarse en su exitosa carrera internacional como soprano durante las siguientes décadas. En la actualidad (2022) continúa impartiendo clases en una prestigiosa academia de canto lírico de París (http://ana-maria-miranda.fr/).

1971-1976
Ya con Rodolfo Dalera incorporado y con el quinteto constituido, Los Calchakis continuaron con una impresionante agenda de conciertos por los cinco continentes. Héctor Miranda estimaba en unos 3500 conciertos interpretados por el conjunto hasta el año 2006, de los que un buen número se llevaron a cabo en ese intenso lustro. Durante su prolongada existencia fueron recibiendo numerosos premios, participaron con frecuencia en programas de televisión y, por supuesto continuaron con sus grabaciones y edición de Lps. En 1971 salió La flauta andina por el disco, que obtuvo el premio “Loisirs Jeunes”, en cuya segunda cara se eliminó la flauta dejando solo el acompañamiento para que el aficionado pudiese tocar su propia quena acompañado por Los Calchakis. En el mismo año grabaron Misterio de los Andes (Les flûtes Indiennes, vol. 4), galardonado con Gran Premio de la Academia Charles Cros de ese año. Héctor colaboró además, a título personal, en la dirección artística de otras grabaciones sudamericanas de Arion, como las de los grupos venezolanos «Los Caracas» y el «Conjunto Maracaibo», en su disco En el corazón de Venezuela.

En 1972, vio la luz el excelente LP Los Calchakis en escena (Les flûtes Indiennes, vol. 5). En realidad, el disco no fue grabado en directo, sino ambientado en el Théatre de la Renaissance de París. Se trata de otra de las joyas discográficas de Los Calchakis, que con razón fue galardonado con el Gran Premio Internacional del Disco de la Academia Charles Cros.

Por entonces el director cinematográfico Costa-Gavras acababa de filmar la película Estado de Sitio, encargándole la composición de la banda sonora a Mikis Theodorakis y la ejecución musical de la partitura a Los Calchakis. El célebre compositor estaba por entonces exiliado de su Grecia natal, y era muy activo contra la junta de los Coroneles que gobernaba su país. Recorría el mundo dando conciertos, conferencias o participando en manifestaciones contra las dictaduras. Así conoció a Pablo Neruda, Salvador Allende y otros políticos e intelectuales. En ese periodo, Theodorakis compuso música para el poemario Canto General, de Pablo Neruda (1971). Fue por entonces cuando Gavras recurrió al compositor griego para la música de su película. Theodorakis aprovechó con tal fin su reciente composición para el Canto General, del año anterior, y adaptó la partitura a la interpretación por Los Calchakis, trabajando con el conjunto hasta la grabación final, que se llevó a cabo en las Navidades de 1972. El disco saldría, por ello, al año siguiente. Curiosamente, Costa-Gavras no quiso aprovechar en su totalidad la magnífica música de la banda sonora por considerarla demasiado triunfalista en sus melodías, para un argumento fílmico que terminaba con una derrota de los tupamaros. La razón de ese carácter triunfalista de la música se explica en el aprovechamiento que hizo Theodorakis de su partitura para el Canto General.

En 1973 se editó La flauta india a través de los siglos, y poco después Gonzalo Reig abandonó el grupo, sustituyéndole el argentino Fernando Vildósola. Era habitual que Los Calchakis se reuniesen a ensayar en la propia casa de Héctor y Ana María Miranda, en un sótano amplio bajo la vivienda.


Unos meses más tarde, el golpe de estado de Pinochet en Chile hizo a Héctor Miranda plantear su siguiente disco de forma diferente a los anteriores, en los que habían predominado claramente los temas instrumentales. El nuevo LP sería muy vocal, recurriendo a poesías de contenido social de poetas latinoamericanos (Neruda, Vallejo, etc). Como director prefirió evitar una canción política “agresiva”, pero sí con versos de mensaje social. La apuesta era arriesgada para el público francés, con el que los temas instrumentales funcionaban bien. Así nació al año siguiente (1974) El canto de los poetas rebeldes, que en España fue editado después como El canto de los poetas revolucionarios, cambio de adjetivo que no satisfizo a Héctor. Canciones como «La Vasija de Barro», «Recuerdo» o «La Muralla» pasaron a ser temas clásicos en el repertorio de Los Calchakis, y se hicieron muy populares en España en los años de la transición democrática.

Tras la edición de este disco, Rodolfo Dalera regresó a Argentina y México y se hizo necesario su reemplazo. Era una oportunidad también de conseguir un músico con una voz de tenor que permitiese cantar la Misa Criolla sin tener que recurrir a la ayuda de Ana María Miranda, en pleno desarrollo de su actividad lírica y con numerosos compromisos internacionales. El cantante elegido fue el argentino Héctor “Chango” Manzo llegado de Barcelona tras integrar el grupo Los Huancas y América Joven.El reformado quinteto (Miranda, Pérez González, Arriagada, Manzo y Vildósola -a veces sustituido por Lucio Saavedra-) continuó con su agenda incesante de conciertos internacionales y grabaciones en los dos años siguientes.


En 1975 se editó Las flautas del Imperio Inca, magnífico disco interpretado con quenas y flautas de pan, prescindiendo de las de embocadura de pico (postcolombinas). En 1976 el conjunto aprovechó las excelentes voces de Chango Manzo y Fernando Vildósola para grabar la Misa Criolla, con una segunda cara dedicada a Carnaval y Navidad; el LP ofrece tal vez la mejor de cuantas versiones se han grabado de esta obra de Ariel Ramírez.


Además había llegado el momento deseado por Héctor desde los inicios de Los Calchakis de dedicarle un disco a su país natal y del que procedían cuatro de sus cinco integrantes. Así, se editó ese mismo año de 1976 el LP Toda la Argentina, segundo Disco de Oro del conjunto. De nuevo se trata de un disco extraordinario, que sabe obtener muy buen partido del conjunto vocal y su calidad interpretativa.


En el plano pictórico, Héctor Miranda continuaba elaborando sus cuadros entre concierto y concierto. En estos años 70 ya había abandonado las tendencias cinéticas de los 60, explorando estilos más figurativos y creando composiciones con motivos de inspiración precolombina. Su intensa actividad musical le apartó temporalmente de las salas de exposición, utilizando algunos de sus dibujos y cuadros para ilustrar las carátulas de sus discos y los de su esposa Ana María.


Tras los dos discos grabados en 1976, el conjunto seguía en sus momentos de mayor esplendor, pero también 1976 traería una grave crisis en el conjunto por discrepancias en la gestión, repertorio, línea musical del mismo y entre los integrantes. Los cuatro músicos principales decidieron retirarse del grupo y fundar uno propio (Ayacucho), dejando solo a Héctor Miranda, propietario del nombre y marca de Los Calchakis. Para resolver los compromisos y contratos firmados, Héctor recompuso rápidamente el conjunto incorporando al grupo Los Taitas, dirigidos por el argentino Aldo Ariel, que a Héctor le parecía tenía buenas potencialidades pero con una gestión mejorable.
1976- Actualidad
Así comenzaría una nueva y prolongada fase de Los Calchakis; junto a Aldo Ariel, desfilaron diversos músicos como José Martí, Sergio Arriagada (que regresó al grupo a los pocos años, cuando dejó su plaza José Martí), Alberto Rodríguez, Osvaldo Montes, Raúl Maldonado, Enrique Capuano, Lucio Saavedra, Carlos Morales, etc. En algunos años de la década de los 80 el conjunto llegó a constituirse en sexteto, antes de regresar de nuevo a su estructura de quinteto.

Al poco tiempo de la fractura del grupo en 1976, los renovados Calchakis grababan su siguiente LP Cantata Mundo Nuevo / Flautas de Pan Andinas (1977): tras unos diez años de ausencia, Ana María Miranda había regresado con el grupo para cantar como soprano en la obra, presentada en la Sainte Chapelle de París. Fue este un formato, el de la cantata, que resultó exitoso para el conjunto, al combinar la parte instrumental y algunas de las primeras voces de Los Calchakis con coros, frecuentemente regionales de los propios lugares en que actuaban. La buena acogida se tradujo en la composición de diversas cantatas adicionales (Hombre Libre -1982-, Eldorado -1992-, Condorkantay, Tierra Herida -2008- y Destino Patagonia -2018). Las letras de ellas, a excepción de Destino Patagonia, fueron escritas por Héctor Miranda, una manifestación más, la literaria, de sus facultades artísticas. No solo escribió las letras de estas cantatas, sino las de algunas canciones, poemas, etc. Algunos de sus escritos fueron publicados en el álbum impreso Poemas en Colores (Héctor Miranda, 2000); otros fueron musicalizados e incorporados al repertorio del conjunto en forma de canciones.



Durante la prolongada existencia de Los Calchakis, su creador y director nunca abandonó las artes plásticas. En palabras de su esposa Ana María Miranda “Entre dos viajes siempre se ponía a preparar cuadros, primeramente siguiendo la tendencia cinética en la que había empezado, pero con mucho más color, y después explorando un dominio más figurativo e inspirado en las civilizaciones peruanas o mexicanas, en forma de collages de los cuales se hizo una exposición en una galería parisina”. Una muestra de estas pinturas aparecen en las carátulas de algunos de los discos del conjunto. Ya en los años 90, la reducción en su número de conciertos y grabaciones le permitió retomar las exposiciones de sus cuadros. En 1992 expone en la Galería Arte Viva (Levallois), en el Espace Latino-American (París, 1992-1993) y en la Galería de Arte del Aeropuerto de Orly. En 1995 su cuadro La caída del imperio Inca («La chute de l’Empire Inca») recibió el primer premio del XI Salon des Artistes Peintres (Mairie de Paris). Llegado al siglo XXI, su actividad pictórica se fue reduciendo.
Tras el disco de la Cantata Mundo Nuevo, en los años siguientes Los Calchakis grabaron 8 Lps adicionales entre 1978 y 1985 (véase https://loscalchakis.wixsite.com/loscalchakis/discographie). A partir de ese año, los LP en vinilo se abandonaron y las nuevas grabaciones pasaron al formato CD, lo que constituyó una buena ocasión para que Arion volviese a editar numerosas canciones en disco compacto de sus Lps anteriores, aunque mezclando los mismos sin atender a la cronología, evolución y formaciones que había tenido el conjunto. Además de esas recopilaciones, el conjunto continuó grabando nuevas producciones y cantatas. A día de hoy (2019), Los Calchakis llevan editados 20 discos compactos, de los que la mitad son recopilaciones y la otra mitad nuevas obras. Estas grabaciones, sumadas a sus 30 discos de vinilo previos a 1986 hacen un cómputo total de 50 discos editados en total en sus 59 años de existencia, desde sus inicios como Los Calchaquís hasta la actualidad (2019).

Creados y dirigidos por Héctor Miranda, Los Calchakis son una referencia en la difusión de la música de los Andes y de América del Sur en Europa y el mundo. En su prolongada historia, el conjunto ha actuado en cerca de 4000 conciertos por los cinco continentes y en todo tipo de escenarios, desde palacios de deportes, estadios o cruceros hasta iglesias y muchos de los más importantes teatros del mundo. Citemos entre ellos al Olympia, la Sala Pleyel, Teatro de la Renaissance o el Teatro de los Campos Elíseos en París; el Teatro Nacional Lope de Vega o el Monumental de Madrid, el Palacio de Bellas Artes de México, el Tivoli de Copenhague, la Ópera de Frankfurt, el Victoria Hall de Ginebra, el Lisner Auditorium de Washington, el Wilfrid Pelletier de Montréal, el Palacio de las Artes y Ópera de Budapest, etc.

ÚLTIMOS AÑOS.
Ya en el siglo XXI la actividad musical y pictórica de Héctor Miranda se fue reduciendo, aunque sin abandonar dichas prácticas. Así, en la primera década recuperó el estilo cinético de sus inicios, aunque ahora haciendo unos cuadros de color más vivo que los que había elaborado en los años 60.
En 2004, Héctor Miranda recibió la Medalla del Mérito Francés, entregada por Madame Peirs, ingresando como Caballero en la Orden Nacional del Mérito. Mientras, Los Calchakis continuaban sus actuaciones en iglesias y salas de conciertos de diversos lugares del mundo, incluso en grandes cruceros.
Héctor escribe por entonces (2004) un libro de memorias, con formato de entrevista y diálogo por parte de su esposa Ana María Miranda: se trata de La mémoire en chantant, actualizado dos años después en su traducción al español, La memoria cantando, impresa en Buenos Aires en edición no venal por el propio Héctor Miranda. En el plano discográfico, a partir del año 2000 se editaron algunos discos recopilatorios o reediciones; tras terminar su larga exclusividad con Arion salieron nuevos discos a la luz en su sello propio Abra Pampa, uno con el repertorio habitual de Los Calchakis en sus conciertos en vivo, y una nueva cantata, con la letra de Héctor, Tierra Herida (2010), que recoge en sus rimas el preocupante deterioro del planeta.

«Todo el mundo, o casi, tiene arrepentimientos de algo, porque la vida se escapa a una velocidad que uno no puede concebir en la infancia o en la adolescencia». En su libro La memoria cantando (2006) el creador de Los Calchakis contaba que su único miedo ante la muerte era no llegar a terminar todos los proyectos que tenía pendientes de realizar. En una fiesta en México en el Día de los Muertos, un músico le predijo el año 2021 como el de su fallecimiento, pero erró la predicción algo más de 2 años.

En el año 2011 Héctor decide grabar un nuevo disco un tanto especial. Recordando los orígenes de Los Calchaquís, allá en los inicios de los 60, en que tocaban y cantaban en trío Ana María, Fernando Leynaud y él, la nueva grabación recupera esa estructura de trío. Para ello la pareja recurre al más joven miembro de Los Calchakis, Pablo Urquiza. En este CD Flash Back interpretan algunos temas clásicos de Los Calchakis (Llama del Altiplano, Arroyito campesino, Palomita torcarcita…) e incluso de sus experimentos como María y Santiago (Quirpa llanera), aunque la gran mayoría son melodías nuevas. Es el último disco grabado por Héctor Miranda, que concedió al autor de estas líneas el honor de ilustrar su carátula con una fotografía de las islas de los Uros, en el lado peruano del lago Titicaca.

En la segunda década del siglo Héctor comenzó a padecer la enfermedad de Parkinson; aunque los primeros años no le interfería demasiado en su actividad musical, una posterior trombosis ocular e intervención por glaucoma impidieron a Héctor Miranda participar regularmente en los conciertos de Los Calchakis desde 2016. Por esa limitación visual, y la mayor rigidez causada por el Parkinson que iba aumentando, sufrió una caída, con fractura femoral y operación posterior en 2017. Lamentablemente, el Parkinson, que se agravaba con rapidez, impedía una exitosa recuperación postoperatoria de la movilidad, y su estado de salud fue deteriorándose. Falleció finalmente en París el 23 de octubre de 2018, a los 88 años de edad. Fue incinerado en el Crematorium Pere-Lachaise de París el 27 de octubre.

Apenas seis meses tras su muerte, la galería madrileña José de la Mano expuso sus cuadros cinéticos de la época del GRAV, entre febrero y abril de 2019 con el título: «GARCÍA MIRANDA (1959-1966). Un argentino silenciado del GRAV». Actualmente el otro gran legado de Héctor Miranda, Los Calchakis, sigue activo; tras la muerte de Héctor, la dirección pasó al miembro más veterano del conjunto, el chileno Sergio Arriagada, acompañado por los argentinos Enrique Capuano, Pablo Urquiza, Osvaldo Muslera y Mario Contreras. Solo 10 meses después, el 16 de agosto de 2019, una rápida e inesperada enfermedad se llevó también por desgracia a Sergio Arriagada en París. El conjunto fue uno de los más importantes divulgadores de la música de los Andes en Europa y en el mundo, cuya popularización se hizo máxima en los años 60, 70 y 80, compitiendo con los líderes en ventas discográficas. En 1971, Héctor daba una explicación a la súbita pasión que había despertado su música, que reproducimos para concluir esta semblanza biográfica:
“Algunas personas se sorprenden de la extraordinaria aceptación que encuentra nuestra música entre los jóvenes franceses o europeos. Creo, sin embargo, que la explicación de este fenómeno es simple. En primer lugar porque en los países europeos muy industrializados, la gente ha perdido un poco el gusto por la fiesta. La juventud se enfrenta a una sociedad creada por otra generación, en la que los contactos humanos son raros. Por ello muchos se vuelcan al mundo casi virgen que la música andina refleja, un mundo que sigue siendo como lo fue en el siglo XV, especialmente en los pueblos de los altiplanos andinos, y les anima pensar en que todavía es posible recuperar esos viejos valores en nuestra sociedad.
En segundo lugar por la misteriosa belleza de la música andina, a veces melancólica, otras alegre, por momentos exuberante, pero siempre trascendente. Expresa el placer del contacto con la Naturaleza, con la madre tierra, la alegría de ver caer la lluvia sobre los sembrados secos, de ver surgir las espigas, o crecer flores en las grietas de las rocas. Y escuchar el canto de la selva, para aprender las melodías de los ancestros y transmitirlas para que no desaparezcan. Transformar un simple pedazo de caña en una flauta, o el tronco de un árbol en una tinya. Dar alma al ritmo construyendo un charango con el caparazón de un armadillo, tejer amorosamente el poncho que abrigará de los vientos helados de la puna… Creo que todo esto explica nuestro éxito porque siempre hemos tratado de recrear ese espíritu, sin nunca desnaturalizarlo.”
“Misterio de los Andes (Les flûtes Indiennes, vol. 4)”, 1971.
El autor quiere agradecer muy especialmente el interés, la ayuda, las informaciones y fotografías aportadas por la esposa de Héctor Miranda, Ana María Miranda.
© Texto y fotografías indicadas: José María Fernández Díaz-Formentí (2019). Prohibida su reproducción total o parcial sin consentimiento del autor.
BIOGRAFÍA Y ENLACES DE INTERÉS
MIRANDA, Héctor (2004): Los Calchakis. La mémorie en chantant. París, Editor Francois-Xavier de Guibert.
MIRANDA, Héctor (2006): La memoria cantando. Edición no venal por Héctor Miranda. Buenos Aires.
GARCÍA MIRANDA, Héctor: Poemas en Colores. Edición Héctor Miranda, París, 2000.
Facebook de Los Calchakis: https://www.facebook.com/Los-Calchakis-460829327287124/
Página web de Los Calchakis: https://loscalchakis.wixsite.com/loscalchakis
Página web de Ana María Miranda: http://ana-maria-miranda.fr
Blog con información complementaria de la evolución del conjunto y sus grabaciones: http://musicaandina2011.blogspot.com/2011/12/los-calchakis.html
Hola! Ayer 1 de octubre de 2019 visite a Ana Maria Miranda en su casa de Paris,al fondo de un patio de un gran edificio de apartamentos, donde no parece que al final del jardín haya una casa así, como de campo, donde ensayaban en los sótanos durante décadas Los Calchakis. La conversación fue estupenda. Sin conocernos previamente, aunque con la sintonía de la música que durante 50 años ha sido la banda sonora de mi vida en Asturias y desde hace 29 años en Centroamérica. No quedaba de otra que agradecer a quien hoy representa ese grupo aún vivo y que deseamos siga mucho más con los jóvenes como Pablo Urquiza.
Y gracias a este blog. Una maravilla enciclopédica de Los Calchakis. Que la wikipedia no haya querido meter a Hector Miranda me parece una tontería de algún encargado de turno. Sugiero insistir.
Qué bien, José Luis. También yo deseo ir a visitar a Ana María en París en la primera ocasión de ir a esa ciudad. Este último año ha sido dramático para Los Calchakis con la pérdida de Héctor y Sergio, pero sobrevivirán. Lo han hecho tras 60 años de cambios y vicisitudes mil, así que ahora también. Un abrazo.
Hola José María, mis felicitaciones por tu incomparable artículo dedicado al grupo musical que más y mejor me ha acompañado durante toda mi vida, y con el que aprendí a tocar la guitarra, el charango, la quena, los sikus, etc, etc. Eres toda una enciclopedia «calchaquí». Seguiremos en contacto.
Después de haber escuchado a lo largo de los años muchísima música, me quedo con una treintena de canciones de los Calchakis como mis melodías de cabecera.
Muchas gracias por toda esta información que desconocía en su mayor parte.
Pepe
Muchas gracias, Pepe. Veo que compartimos cosas en lo que nos ha marcado este conjunto. Lamentablemente también se nos acaba de ir Sergio, extraordinaria persona, amigo y fabuloso músico. A tu servicio cuando quieras. Encantado de conocerte.
Buenas noches, soy familiar de Héctor, y es un orgullo poder leer todo este informe sobre él, su vida, tanto personal, como artistica. Lleno de emociones a lo largo del mismo, saludo enorme desde Buenos Aires, Argentina. Octavio Borgiani, sobrino-nieto de Héctor.
Gracias Octavio. Para mi fue un placer hacer esta biografía, pues como cuento en ella, Héctor fue de gran importancia en los derroteros de mi vida, a través de su música, y disfruté de su amistad. Por razones que desconozco, wikipedia no lo aceptó como entrada, por más que reúne de sobra méritos para ello, según sus propios requisitos. Me han decepcionado mucho, además sin responder a mis preguntas sobre eso. Pero bueno, al menos está en mi blog, detectado por navegadores y de acceso libre a quien quiera consultarlo. ¡Un saludo afectuoso desde Asturias, España!