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EL INCA GARCILASO: LA RIQUEZA DEL MESTIZAJE

24 de abril de 2016

EL INCA GARCILASO: LA RIQUEZA DEL MESTIZAJE © José María Fernández Díaz-Formentí.

Escribo estas líneas el día 23 de abril de 2016, un Día del Libro muy especial porque hoy se conmemora el IV Centenario de la muerte de nuestro más insigne escritor, Don Miguel de Cervantes, fallecido un día antes, el 22 de abril; simultáneamente el mundo anglosajón lo hace con su escritor también más emblemático, William Shakespeare. Para los ingleses, su gran escritor falleció el 23 de abril de 1616, pero hay que tener en cuenta que su calendario en esa época era el llamado juliano, con unos 10 días de adelanto respecto al calendario gregoriano, ya establecido en España por entonces. Por tanto, Shakespeare murió el 3 de mayo de 1616 según el calendario gregoriano, es decir, 11 días después que Cervantes. Pero no fueron los únicos grandes escritores que murieron en esas semanas entre finales de abril y principios de mayo de 1616.

El 23 de abril de 1616, solo 1 día después de fallecer Miguel de Cervantes, y mientras este era enterrado en Madrid, expiraba en Córdoba el Inca Garcilaso de la Vega, escritor mestizo nacido en Cuzco, hijo de un capitán español y de una princesa Inca. Fue uno de los grandes escritores de las letras hispanas, el primer gran escritor que dio América. Nos ha dejado obras tan fundamentales como los «Comentarios Reales de los Incas», una recopilación de lo que había escuchado a su familia incaica en sus años mozos, antes de que esos recuerdos y datos se perdieran para siempre. Otras obras muy importantes fueron la «Historia General del Perú» (conquista y guerras civiles) y «La Florida del Inca» (exploraciones y aventuras de Hernando de Soto en la Florida).

Obras de Garcilaso

De cara al éxito que vendría después, con constantes homenajes siglo tras siglo a estos tres grandes escritores, Garcilaso tuvo la mala fortuna de fallecer un día después que Cervantes, que se lleva en el mundo hispano la práctica totalidad del protagonismo en estas efemérides. Cervantes es conmemorado no solo en España sino en los países hispanoamericanos, restándole involuntariamente protagonismo al Inca Garcilaso. Si este hubiese muerto unos meses después su aniversario luciría en todo su esplendor. Por eso hoy, que se cumplen los 400 años de su fallecimiento, y que de los tres fue el que murió de verdad en el Día del Libro, 23 de abril, quiero dedicarle unas líneas en su homenaje. No voy a centrarme en la calidad de sus obras, profusamente analizadas por grandes investigadores. Solo pretendo acercar al personaje a quienes lean este artículo, para divulgar aspectos de su biografía y vida que me han parecido interesantes…

Exposición sobre el Inca Garcilaso en la Biblioteca Nacional de España, Madrid, 2016
Exposición sobre el Inca Garcilaso en la Biblioteca Nacional de España, Madrid, 2016

Me he alegrado mucho de que España haya conmemorado muy dignamente su Cuarto Centenario a la vez que el de Cervantes, con unas estupendas exposiciones simultáneas en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid. En la de Garcilaso (“La Biblioteca del Inca Garcilaso”) se hace una reconstrucción de lo que pudo ser su biblioteca personal: a los pocos días de la muerte del Inca Garcilaso, sus albaceas testamentarios realizaron un inventario de los bienes presentes en su casa, registrando los títulos de los libros de su biblioteca, un total de 188 obras. En esta exposición se muestran gran parte de los libros que Garcilaso tenía y consultaba: no son los mismos ejemplares que poseyó el Inca, pero sí de las mismas ediciones de la época y que la Biblioteca Nacional tiene en sus fondos. Además se muestran algunos objetos y mapas de la época, retratos de incas, etc. Cuando te invitan a una casa, un examen de la cantidad, tipos de libro y títulos que se ven en sus estanterías o bibliotecas, ofrece una información rápida sobre esa persona que te ha invitado. Por tanto, esta era una buena oportunidad para conocer mejor al Inca Garcilaso…

Archivo de Protocolos de Córdoba con de bienes del Inca Garcilaso, Exposición La Biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega, Biblioteca Nacional, Madrid © Formentí 001
Este voluminoso archivo de protocolos de Córdoba está abierto por las páginas en las que sale el inventario de bienes del Inca Garcilaso, registrado tras su muerte. Además de muebles, cabezas de venado, etc figuran los libros de su biblioteca, con 188 títulos relacionados con historia, filosofía, crónicas de América. También tenía almacenados 500 ejemplares de la Crónica del Perú que seguramente pensaba vender cuando saliese la Segunda Parte.
Este voluminoso archivo de protocolos de Córdoba está abierto por las páginas en las que sale el inventario de bienes del Inca Garcilaso, registrado tras su muerte. Además de muebles, cabezas de venado, etc figuran los libros de su biblioteca, con 188 títulos relacionados con historia, filosofía, crónicas de América de otros autores etc. También tenía almacenados 500 ejemplares de los Comentarios Reales que seguramente pensaba vender cuando saliese la Segunda Parte.

Además de un estupendo escritor y documentalista, el Inca Garcilaso fue un pionero en la defensa del mestizaje como algo muy positivo y enriquecedor para la humanidad. En una época donde indígenas y mestizos eran minusvalorados e incluso despreciados, Garcilaso, vecino de Córdoba y Andalucía y viviendo en la vieja España desde decenios, hace alarde y defensa de su condición mestiza, nombre que «por su significación me lo llamo yo a boca llena y me honro con él» (Comentarios Reales). Esta defensa la hace sin agresividad alguna, convencido que las aportaciones de culturas que se unen suman activos y enriquecen a la Humanidad. Planteamientos así fueron muy pioneros, pues hasta finales del XIX-inicios del XX no surgirán corrientes intelectuales que piensen de esta forma.

Cuzco, ciudad natal de Garcilaso en 1539. Eran tiempos muy convulsos...
Cuzco, ciudad natal de Garcilaso en 1539. Eran tiempos muy convulsos…

CUZCO, 1539…

El 12 de abril de 1539 nacía en Cuzco un niño bautizado como Gómez Suárez de Figueroa. Era hijo de un capitán español, Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, natural de Badajoz y sobrino del afamado poeta renacentista Garcilaso de la Vega. Había llegado al Perú desde Nicaragua durante los años de conquista, integrado en las tropas de Pedro de Alvarado, cuando en 1534, éste último intentó conquistar el reino de Quito. La madre del recién nacido era Chimpu Ocllo, una noble cuzqueña bautizada como Isabel Chimpu Ocllo. Esta ñusta era sobrina del último gran Inca del imperio, Huayna Cápac, y prima de los dos sucesores contendientes, Huáscar y Atahualpa. Durante la guerra civil entre los dos hermanastros, Chimpu Ocllo consiguió sobrevivir a las matanzas llevadas a cabo por las tropas de Atahualpa contra los familiares de Huáscar.

Huayna Cápac, último gran emperador Inca, del que Garcilaso era sobrino nieto.
Huayna Cápac, último gran emperador Inca, del que Garcilaso era sobrino nieto.
Isabel Chimpu Ocllo, noble inca sobrina de Huayna Cápac y madre de Garcilaso.
Isabel Chimpu Ocllo, noble inca sobrina de Huayna Cápac y madre de Garcilaso.

Hasta solo 7 años antes del nacimiento de este niño, Cuzco había sido la esplendorosa capital del imperio Inca. Los españoles la tomaron en 1533, siendo bienvenidos por los cuzqueños, que los veían como libertadores de las venganzas y genocidios hechos por Atahualpa contra los huascaristas (la población de Cuzco apoyaba a Huáscar). Pero las buenas relaciones durarían poco: en 1536 Manco Inca se levantó contra los recién llegados, asediando e incendiando la ciudad durante varias semanas, y estuvo a punto de terminar con los españoles. Poco después hubo graves enfrentamientos entre los propios españoles por la propiedad de la gobernación del Cuzco. Partidarios de Almagro se enfrentaron contra los de Pizarro en la batalla de las Salinas (6 de abril de 1538), cerca de la ciudad. Sebastián Garcilaso debió asentarse en el Cuzco tras la batalla y allí conoció y tomó por compañera a la noble inca Chimpu Ocllo, con quien tendría un hijo al año de la batalla.

Casa del Inca Garcilaso, hoy Museo Regional del Cusco.
Casa del Inca Garcilaso, hoy Museo Regional del Cusco. Desde sus balcones, el «Pacificador» Pedro de La Gasca asistió a juegos de cañas y otros fastos de celebración de la victoria sobre Gonzalo Pizarro en la cercana pampa de Jaquijahuana (1548).

Pese a los incendios y asedios habidos tres años antes, Cuzco seguía siendo una ciudad magnífica, que comenzaba a reconstruirse hibridando su arquitectura inca con los gustos castellanos coloniales recién llegados. La familia de Garcilaso ocupaba una cancha o recinto cerrado con varios palacios junto a la plaza Cusipata (hoy plaza del Regocijo), que actualmente se corresponde con la manzana situada entre las calles Garcilaso, Márquez y Heladeros: en ella encontramos hoy dos hoteles con patios coloniales y un museo. Junto a la casa familiar se encontraba la de otro importante conquistador, Mancio Sierra Leguizamo, y poco más allá se estaba construyendo junto a un mercado el templo y convento de La Merced, donde unos meses antes ya habían enterrado a un personaje importante, Diego de Almagro, ajusticiado por Hernando Pizarro.

Templo de la Merced, cercano a la casa de Garcilaso, en construcción durante su infancia
Templo de la Merced, cercano a la casa de Garcilaso, en construcción durante su infancia

La infancia del futuro escritor discurrió en ese Cuzco en reconstrucción. La familia se relacionaba con otras bien conocidas, como la de Mancio Sierra de Leguizamo, Juan de Betanzos, Diego Hernández, o los tíos del niño, Juan Vargas (tío paterno) y Hualpa Túpac Yupanqui (tío materno). Esos otros conquistadores también habían tenido hijos mestizos con mujeres nobles. El padre de Garcilaso, como los de sus compañeros de juegos, pasaba largos periodos fuera, combatiendo en batallas de pacificación contra grupos de resistencia indígena (ej. en Cochabamba) o contra compatriotas de otras facciones (ej. en la batalla de Huarina y en la de Xaquixahuana). Había dejado al militar y compañero de confianza Diego de Alcobaza el cuidado de la familia durante sus ausencias. El futuro Inca Garcilaso lo llamaba afectuosamente “ayo”, y su hijo era como un hermano para él.

Interior de la casa familiar de Garcilaso: durante la guerra civil de Gonzalo Pizarro contra el virrey fue tomada y a punto de ser destruida. Garcilaso, de 6 años, y su madre hubieron de estar ocultos durante meses.

En su infancia también hubo los habituales episodios trágicos que acompañan a una guerra civil. Su padre se había unido al levantamiento general ocurrido en Cuzco contra las leyes nuevas llegadas de España, que reducían los privilegios y derechos de los encomenderos y protegían al indígena. Cuando la rebelión derivó en un enfrentamiento con el rey y su representante, y el cabecilla, Gonzalo Pizarro, manifestó sus ambiciones de poder, el padre del futuro escritor huyó a Lima. Los pizarristas dominaban la ciudad, ocuparon su casa, tomaron todos sus bienes y a punto estuvieron de usarla de blanco de tiro con unos cañones. Garcilaso y su madre hubieron de estar ocultos durante meses, con su padre huido y perseguido, las propiedades y bienes requisados, y recibiendo comida de forma clandestina de algún familiar.

Costa sureste del lago Titicaca, entre Batallas y Huarina (al fondo). escenario de la batalla entre el rebelde Gonzalo Pizarro y Diego Centeno, fiel al rey. Según se dijo, el padre de Garcilaso ayudó a la victoria de un Pizarro descabalgado, entregándole su caballo «Salinillas». Este episodio tendría una grave repercusión para el futuro escritor muchos años después.

Tiempo después, el padre de Garcilaso se reincorporó a las tropas de Gonzalo Pizarro, participando en la guerra civil. En la batalla de Huarina, cerca del lago Titicaca, se enfrentaron las tropas rebeldes de Gonzalo Pizarro contra las de Diego Centeno, defensoras del rey: Pizarro quedó descabalgado y, según se dijo, el padre de Garcilaso le dejó su caballo, Salinillas. Fue una de las razones que decantó la batalla hacia los pizarristas, y esto le traería futuros problemas a su hijo. El todavía niño vio llegar desfiles victoriosos de la batalla de Huarina y conoció a numerosos capitanes y soldados del conflicto.

La Pampa de Anta, cerca de Cuzco, escenario de numerosas batallas precolombinas y coloniales, entre ellas la de Jaqujahuana. En ella, el padre de Garcilaso desertó (como la mayoría de la tropa) del ejército rebelde de Gonzalo Pizarro y se pasó al ejército realista del «Pacificador» Pedro de La Gasca.

Poco tiempo después vivió la tensión y miedo en las calles de Cuzco y ejecuciones sumarias llevadas a cabo por el maestre de Pizarro, Francisco de Carvajal, el Demonio de los Andes, en las vísperas de la batalla de Jaquijahuana (cerca de Cuzco) contra La Gasca, el Pacificador enviado por el rey a sofocar la rebelión: en ella, por cierto, el padre de Garcilaso fue uno de los muchos desertores que abandonaron a Pizarro y se pasaron de nuevo al bando realista. El niño Garcilaso, de 9 años, vio cabezas rodar y también las celebraciones de la victoria en Cuzco, donde el propio La Gasca asistió como espectador a juegos de cañas (batalla simulada con cañas en lugar de lanzas) desde la galería de su casa familiar.

También la catedral del Cuzco comenzaba a ser construida sobre la antigua cancha o palacio del Inca Viracocha. Allí eran escolarizados por eclesiásticos Garcilaso y otros 17 niños, en su mayoría mestizos o descendientes de importantes nobles incas.
También la catedral del Cuzco comenzaría a ser construida sobre la antigua cancha o palacio del Inca Viracocha.  Algunos de sus eclesiásticos se dedicaron a escolarizar a Garcilaso y otros 17 niños, en su mayoría mestizos o descendientes de importantes nobles incas.

UN COLEGIO IMPROVISADO

La educación de los niños era difícil en esos tiempos revueltos, recayendo en personal eclesiástico. Pedro Sánchez, y luego Juan de Cuéllar, les impartieron enseñanza hasta la adolescencia. En clase el pequeño Garcilaso tuvo otros 17 compañeros, en su mayoría mestizos de otros conquistadores (como su hermano afectivo o los hijos de Pedro de Candía, Sierra de Leguizamo, Gonzalo Pizarro, etc) o de la alta nobleza inca (ej. Carlos Inca, hijo de Paullu Inca). Allí aprendió latín, gramática, ciencias, etc. Su profesor, Juan de Cuéllar, estaba satisfecho con sus alumnos, lamentando que no pudiesen ir en el futuro a estudiar a la universidad de Salamanca.

Saqsaywamán, imponente fortaleza sobre el Cuzco donde Garcilaso jugaba con sus compañeros en la infancia. Pocos años antes había sido escena de cruentas batallas.
Saqsaywamán, imponente fortaleza sobre el Cuzco donde Garcilaso jugaba con sus compañeros en la infancia. Pocos años antes había sido escena de cruentas batallas.

Tras las clases los niños correteaban por la antigua fortaleza de Saqsaywamán, en proceso de ser parcialmente desmantelada para usar sus bloques como mampostería en las nuevas construcciones. Todavía tenía en pie sus magníficos torreones. Se adentraban jugando por misteriosos pasadizos y seguramente emulaban luchas entre incas y españoles. La llegada de mercaderes a Cuzco era motivo de excitación, sobre todo cuando traían cosas de España nunca vistas allí. Especial interés popular tuvo la llegada de las primeras vacas y bueyes. Garcilaso recibió azotes de su padre y luego de su maestro por llegar tarde a clase un día que observaba fascinado como un campo era arado utilizando bueyes.

Garcilaso acudía a largas veladas entre los familiares de su madre. Allí los nobles incas recordaban su glorioso pasado imperial. Garcilaso escuchó épicas historias y curiosas costumbres que serían el germen de sus futuros Comentarios Reales de los Incas.
Garcilaso acudía a largas veladas entre los familiares de su madre. Allí los nobles incas recordaban su glorioso pasado imperial. El futuro escritor escuchó épicas historias y curiosas costumbres que serían el germen de sus futuros Comentarios Reales de los Incas.

El curioso niño acompañaba a su madre en frecuentes veladas que esta mantenía con sus parientes de la nobleza inca, como hermanas y primos suyos descendientes de Huayna Cápac. Allí Garcilaso escuchaba en sus años de infancia y adolescencia historias de las hazañas de sus antepasados, creencias, fábulas y costumbres que añoraban un pasado glorioso, en las que “con la memoria del bien perdido siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: «Trocósenos el reinar en vasallaje”. Junto con el español y el latín, Garcilaso dominaba su lengua materna, el quechua, apreciando sus matices de significado en esas conversaciones.

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Su parentesco con la nobleza inca le permitió mantener una afectuosa entrevista con Sayri Túpac, el segundo Inca de la resistencia y primo suyo.

En 1549, cuando contaba 10 años, sufrió el amargo trance de la separación de sus padres y sus respectivas bodas con nuevas parejas. Las razones no parecen derivadas de unas malas relaciones, sino de la insistencia por parte de la Corona española para que los nobles españoles (el padre lo era) se casasen con damas nobles españolas, que forzaron a Sebastián Garcilaso a casarse con Luisa Martel de los Ríos, panameña de padres nobles españoles. Parece que Sebastián facilito que Isabel lo hiciese a su vez con Juan del Pedroche, posiblemente mercader o tratante. El padre del pequeño dio una cuantiosa  dote a su anterior consorte india y posiblemente la ayudó en la boda e inicios de su nueva vida, pues no se quiso desentender de quien había estado a su lado más de 10 años.

Con 12 años, el pequeño Gómez pasó a vivir en la casa de su padre, pero continuaba viéndose con su madre probablemente a diario y asistiendo a las reuniones familiares. 60 años después, el ya Inca Garcilaso escribiría en la segunda parte de los Comentarios una crítica a esta costumbre de muchos conquistadores (e indirectamente su padre incluido) de tener consortes indias en los años duros y luego casar con mujeres españolas, quedando los mestizos y sus madres sin apenas dotes económicas o herencias. Por fortuna, su caso no fue tan malo. Como decimos, Sebastián dio una cuantiosa dote a Isabel Chimpu, y sobre todo permaneció muy encariñado de su hijo: a su muerte (1559) le dejó buenas tierras en Havisca, cerca de Pilcopata (a los pies de los Andes amazónicos), productoras de hojas de coca, y 4000 pesos de oro y plata para que pudiese viajar a España a estudiar.

Garcilaso recibió de su padre una plantación de coca en el piedemonte andino
Garcilaso recibió de su padre una plantación de coca en Havisca, en el piedemonte andino, además de una notable cantidad de dinero para que viajase a España.

A medida que crecía, Garcilaso fue aprendiendo nuevas destrezas, como montar a caballo o luchar con la espada. Era ya un joven adulto cuando el Inca de la resistencia Sayri Túpac, su primo, abandonó su refugio en Vilcabamba y pactó un acuerdo de paz con el virrey (aunque a su muerte se continuaría la resistencia). Cuando Sayri Túpac llegó a Cuzco en 1558 recibió afectuosamente a un Garcilaso de unos 19 años, con quien hizo un brindis y se interesó por su vida y destrezas, deseando mantener el contacto con él ahora que había capitulado una paz con los españoles (Sayri Túpac moriría poco después y los enfrentamientos continuarían por el nuevo caudillo, Titu Cusi Yupanqui). Al año siguiente (1559) moría su padre tras una larga y dolorosa enfermedad. Antes de su muerte le había recomendado a su hijo viajar a España y proseguir allí sus estudios. Garcilaso decide emprender viaje y va a despedirse del Corregidor del Cuzco, Polo de Ondegardo. Entonces el funcionario le hace una invitación que le dejó impactado: «Pues que vais a España, entrad en este aposento; veréis alguno de los vuestros que he sacado a la luz, para que llevéis que contar por allá». El asombrado joven entró en la habitación y quedó admirado: allí estaban cinco momias perfectamente conservadas de algunos emperadores incas y de sus mujeres, entre ellas la de su tío-abuelo Huayna Cápac, a la que tocó entre emocionado y curioso su dedo reseco y acartonado. Eran algunos de los protagonistas de las numerosas historias que había escuchado a sus familiares, y parecían vivos, sentados con sus manos cruzadas, con sus cabellos y llautus sobre la frente.

En 1560 Garcilaso parte del Perú hacia España, en un largo y peligroso viaje.
En 1560 Garcilaso parte del Perú hacia España, en un largo y peligroso viaje. 
El Inca Garcilaso de la Vega. Óleo conmemorativo de Francisco González Gamarra. Casa del Inca en Montilla.

RUMBO A ESPAÑA

El 20 de enero de 1560 parte del Cuzco en mulo o caballo subiendo la cuesta de Carmenca para continuar por el camino inca del Chinchaysuyu, rumbo a Lima. Le acompañaba otro español. Cruzaron el famoso puente colgante del Apurímac, valles, punas y así llegaron finalmente a los valles desérticos de Ica, Chincha, Pachacámac y Lima.  El todavía Gómez de Figueroa parte ese mismo año del puerto del Callao rumbo a España. El viaje era por entonces muy largo y arriesgado. Cerca de la isla de la Gorgona (actual Colombia), su barco estuvo próximo a naufragar. En Panamá cruzó el istmo a lomos de acémila, hasta llegar a Portobelo, ya en el Caribe. Pasó entonces por mar a Cartagena de Indias, donde esperó a la flota de Indias que desde España seguía a La Habana. Desde allí prosiguió viaje cruzando el Atlántico hasta las Azores y Lisboa, donde desembarcó.

Tras breves estancias en Sevilla y Extremadura, Garcilaso se dirigió a Montilla, en busca de la protección de su tío, Alonso de Vargas. Alrededores de Montilla (Córdoba).
Tras breves estancias en Sevilla y Extremadura, Garcilaso se dirigió a Montilla, en busca de la protección de su tío, Alonso de Vargas.
Alrededores de Montilla (Córdoba).

Tras una breve estancia en Sevilla, se encaminó a Extremadura buscando la ayuda de sus familiares, pero no encontró allí el apoyo que esperaba. Fue en busca, entonces, de otro de sus parientes, un tío suyo llamado don Alonso de Vargas que vivía en el pueblo de Montilla, pueblo en la provincia de Córdoba rodeado de olivares donde don Alonso tenía una rica hacienda. Este sí le acogió y brindó su protección: sería el inicio de una prolongada estancia en Montilla, de tres décadas (1561-1591).

Don Alonso de Vargas, acogió a su joven sobrino mestizo en esta casa, adquirida pocos años antes.
Las investigaciones del historiador peruano Raúl Porras Barrenechea en 1950, permitieron identificar la casa de Don Alonso de Vargas, en la que el Inca Garcilaso viviría tres décadas.

Garcilaso llegó a la casa de su tío en el verano de 1561, pero a finales del mismo año viajó a Madrid a reclamar reconocimientos a la Corona por los méritos de su padre, que le fueron denegados: la razón era que unos confusos informes (negados por el joven) notificaban la actitud de su padre en la batalla de Huarina, en la que parecía haber apoyado al rebelde Gonzalo Pizarro, proporcionándole su caballo según vimos. Los funcionarios reales le reprocharon esa ayuda de su padre a Pizarro en esa batalla, que Garcilaso negó tajantemente. Decepcionado, y a la vez orgulloso de su padre, decide abandonar su nombre de pila, Gómez de Figueroa, por el de su padre, Garcilasso de la Vega, añadiendo “El Inca” como reconocimiento a su linaje materno, del que se vanagloria. Desde entonces será conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, y así firmará sus escritos.

Escudo de Armas del Inca Garcilaso que figura en sus Comentarios Reales, con imágenes alusivas a los dioses incas del sol, luna y arco iris
Escudo de Armas del Inca Garcilaso que figura en sus Comentarios Reales, con imágenes alusivas a los dioses incas del sol, luna y arco iris con dos serpientes (amaru). Del arco iris pende una mascapaicha o borla imperial de los incas reinantes; a la izquierda, las armas de los Vargas, los Figueroa , los Sotomayor y los de La Vega.

Por un momento, en 1563 pensó en regresar a su tierra natal, pero finalmente regresó a Montilla y decidió hacer carrera militar. Participó en la batalla de las Alpujarras contra los moriscos bajo el mando de don Juan de Austria (1569), lo que le hizo alcanzar el grado de capitán, como lo había sido su padre.

Garcilaso se retirará de la carrera militar para dedicarse a escribir, estudiar y leer en Montilla y Córdoba. Se trata de un ejemplo de humanista renacentista, poliglota y escritor, con inquietud por dejar plasmadas sus vivencias y las de otros antes de que se pierdan (óleo de Francisco González Gamarra, 1959).

EN MONTILLA (1561-1591)

Al año siguiente de su participación en la batalla de las Alpujarras falleció su tío protector, Alonso de Vargas, cuyo testamento le aportó una cómoda situación económica. Años después, en 1587, al morir la viuda de Alonso de Vargas, doña Luisa Ponce de León, recibió una jugosa herencia adicional que le permitió vivir sin necesidades. Instalado en la casa heredada de su tío y de su esposa (hoy se puede visitar) se dedica a estudiar historia y leer a clásicos latinos y renacentistas. Garcilaso es, por tanto, un hombre del Renacimiento, con formación integral e interés por distintos campos del saber, que domina cuatro idiomas (español, quechua, latín e italiano), y cuya economía le permite vivir dedicado al estudio y escritura, sin necesitar recurrir al trabajo manual.

El Inca Garcilaso heredó de su tío don Alonso de Vargas, y de su esposa, la casa de Montilla y unas dotaciones económicas que aseguraron su porvenir. Entrada a la casa del Inca Garcilaso en Montilla.
Zaguán de la casa del Inca Garcilaso en Montilla.
Cocina de la casa
Escritorio del Inca Garcilaso en su casa de Montilla.
Fue aquí donde emprendió su actividad literaria.
En este escritorio, y «con temeridad de soldado», el Inca Garcilaso comenzó a traducir del italiano al castellano una compleja obra filosófica neoplatónica, los «Tres Diálogos de Amor» de León Hebreo.
Garcilaso también escribió aquí «La Florida del Inca», recopilando testimonios y datos aportados por personas que participaron en la expedición de Hernando de Soto. Tal vez comenzó asimismo la redacción de los «Comentarios Reales de los Incas», su obra más famosa, que continuaría años después en Córdoba.
El Inca Garcilaso disponía de una nutrida biblioteca,
principalmente compuesta por textos clásicos, poesía e historia. En ellos pudo aprender latín e italiano de forma autodidacta.
Biblioteca de la casa del Inca Garcilaso en Montilla.

Montilla vivía en ese siglo un notable esplendor económico, de desarrollo y renovación urbanística, y Garcilaso se integró en los círculos culturales de la población. Los gustos renacentistas en esos círculos acerca de la filosofía neoplatónica le animaron así a emprender su primer gran proyecto literario: Garcilaso se atreve, «con temeridad de soldado», a emprender la traducción del italiano de un complejo libro de filosofía neoplatónica, los Diálogos del Amor de León Hebreo, que acaba hacia 1586. Al escritor mestizo le cautivó la filosofía neoplatónica de la obra, y aunque empezó traduciendo los Diálogos «para mi solo», finalmente fueron publicados en 1590 como La Traducción del Indio de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo.

Los «Tres Diálogos de Amor» fueron publicados en 1590 como «La Traducción del Indio de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo». Es curioso como en el título hace alusión a su carácter “indio”.

Este libro marca su paso de la carrera militar a la de estudioso y escritor humanista, y se tiene por la mejor traducción de dicha obra. Es curioso como en el título hace alusión a su carácter “indio”: tal vez sus facciones raciales hacían que lo llamasen así sus conocidos o el mismo quiso distinguir y vanagloriarse de su sangre indígena, mostrando que también una persona de esa condición podía acometer una tarea tan compleja. Garcilaso pone especial empeño en la fidelidad al texto original, respetando «las mismas palabras que su autor escribió en italiano sin añadir otras superfluas». A Felipe II le sorprendió gratamente y en el Escorial calificó al autor de «fruta nueva del Perú». No obstante, el libro fue prohibido luego por la Inquisición: Garcilaso lo comprendió, pues reconocía que «no era para el vulgo».

También en su casa de Montilla redacta La Florida del Inca, que narra las aventuras de Hernando de Soto en tierras norteamericanas una vez este conquistador hubo abandonado el Perú. Sus informantes habían sido Gonzalo Silvestre (a quien parece ser había conocido años antes durante su viaje a Madrid en 1561), Alonso Carmona y Juan Coles. Garcilaso veía muy necesario recoger y dejar por escrito estos testimonios antes que se perdieran, y así lo hizo en su obra. La calidad de su prosa fue alabada por Mario Vargas Llosa, quien considera que solo esta obra bastaría para considerar a Garcilaso «uno de los mejores prosistas del Siglo de Oro». En su escritorio de Montilla pudo comenzar, asimismo, la redacción de la que sería su obra más conocida e importante, los Comentarios Reales de los Incas, que terminaría años después en Córdoba.

Patio de la casa del Inca Garcilaso en Montilla.
Antesala del dormitorio.

A Garcilaso le gustaba la cría de caballos, y sus ejemplares alcanzaron premios y reconocimientos en su época. Fue un hombre religioso, que apadrinó 113 niños en la parroquia de Santiago, en Montilla, lo que indica su buena integración social y aprecio de sus vecinos. En dichos apadrinados figura como madrina, con frecuencia, doña María de Angulo, pero no contrajo matrimonio con ella. Hacia 1588 Garcilaso tuvo un hijo con Beatriz de la Vega, su sirvienta en Montilla, con la que tampoco llegaría a casarse. Este hijo, Diego de Vargas, convivió con su padre, quien le proporcionó una adecuada educación, aunque nunca hizo alarde manifiesto de su paternidad, tal vez avergonzado por la relación con su sirvienta, a quien dejó pensión vitalicia y la mayor parte del menaje de la casa en su testamento. Una razón de peso pudo ser que el escritor estaba profundizando su relación con la Iglesia.

Recreación del dormitorio del Inca Garcilaso en su casa de Montilla.

En su último año en Montilla (1591), llegó a la localidad un recaudador de impuestos, de nombre Miguel de Cervantes Saavedra, quien regresaría en 1592; el futuro autor de El Quijote ambientaría en esta población una de sus novelas ejemplares, El coloquio de los perros. Ambos escritores se conocieron por entonces, y Cervantes leyó la traducción de los Tres Diálogos de Amor hecha por el Inca.

En 1591, tras residir 30 años en su casa de Montilla,
el Inca Garcilaso decide venderla y trasladarse a Córdoba con su hijo.

EN CÓRDOBA

En 1591, Garcilaso vende su casa de Montilla al escribano Pedro Alonso de Molina y se muda con su pequeño hijo Diego a Córdoba. Compra allí una casa en el número 6 de la la calle Deanes (hoy un hostal-taberna), en El Barrio de la Judería, donde se instala en noviembre de ese año.

El Inca Garcilaso adquirió su nueva casa en la calle Deanes, 6, en pleno barrio de la judería cordobesa. Hoy, su planta baja y patio están dedicados a un uso hostelero como taberna; la planta superior es residencia privada.
Acceso a la planta superior desde el patio y zaguán
de la casa del Inca Garcilaso en Córdoba.
Escalera a la planta superior de la casa, hoy vivienda particular.

En 1597 recibe órdenes menores eclesiásticas, lo que, unido a su magnifica traducción de los Tres Diálogos de Amor, ya por entonces conocida y muy valorada, le facilita ampliar su círculo de relaciones culturales con personajes importantes del clero y círculos académicos de la ciudad. Uno de ellos fue el cronista imperial Ambrosio de Morales, de quien Garcilaso dice en una carta que «me adoptó por hijo y tomó por suyos mis trabajos». En 1596 llega a aparecer en un escrito como «clérigo», e igual condición figura en el documento de compra de una capilla en la catedral 16 años después.

En 1591 se desplaza a Córdoba, donde escribirá sus obras más importantes y comprará una capilla en la catedral donde desea ser enterrado a su muerte.
En 1597, el religioso Inca Garcilaso llegó a recibir órdenes menores eclesiásticas, que le ayudaron a ampliar su círculo de relaciones culturales con personajes importantes del clero y círculos académicos. Catedral de Córdoba por la noche.

La carrera militar estaba ya abandonada y decide continuar escribiendo. En 1596 redacta la Relación de la descendencia de Garci Pérez de Vargas, pequeña obra de 32 páginas que pudo estar planteada como texto preliminar a incluir en La Florida. Entrado el nuevo siglo comienzan a salir publicadas en Lisboa sus obras más conocidas y notables: en 1605 lo hace La Florida del Inca, que tenía lista desde su etapa de Montilla.

La Florida del Inca (Lisboa, 1605, Biblioteca Nacional, Madrid)
La Florida del Inca (Lisboa, 1605, Biblioteca Nacional, Madrid)

Pero desde el siglo anterior ya trabajaba en su obra más importante y conocida. Quería recoger sus recuerdos de la infancia y adolescencia, lo que había escuchado de sus parientes incas, completado con nuevas crónicas y documentos a los que había tenido acceso de otros cronistas e informantes. Así salen publicados en 1609 sus Comentarios Reales de los Incas, impreso por Pedro Crasbeeck en Lisboa.

Comentarios Reales de los Incas, la obra más importante e interesante del Inca Garcilaso, primera edición en 1609 (Biblioteca Nacional, Madrid)
Comentarios Reales, la obra más importante e interesante del Inca Garcilaso, primera edición en 1609 (Biblioteca Nacional, Madrid)

Se trata de una obra extraordinaria, de enorme interés y hermosa prosa, fundamental para todo aquel que quiera adentrarse en el mundo de los Incas. Para los lectores hispanohablantes, además, es una satisfacción poder leer ese español del siglo de Oro en su versión original, sin tener que recurrir a traducciones como en el caso de estudiosos extranjeros.

Segunda impresión en Madrid (1723)
Segunda impresión en Madrid (1723)
Una de sus tempranas traducciones a lenguas extranjeras
Una de sus tempranas traducciones a lenguas extranjeras, en este caso al francés en 1633

La obra ha tenido algunas críticas en cuanto a la validez de sus informaciones: se ha objetado que Garcilaso escribiese sus Comentarios 40 años después de dejar el Perú, y que sus recuerdos estarían ya olvidados o muy influidos por su estancia en España. Prueba de ello sería su visión idílica del imperio Inca, que parece intentar encajar en los cánones éticos de la España renacentista. Pero lo cierto es que Garcilaso muestra voluntad de contar todo ello con objetividad, y contrastando opiniones con otros autores a quienes cita en la obra con gran honestidad por su parte (no era infrecuente copiar textos de otros autores en la época sin citar su procedencia: un ejemplo es Herrera, cronista oficial). Su dominio del quechua como lengua materna enmienda malinterpretaciones de otros autores. Cuando fallece, Garcilaso tenía en su casa 500 ejemplares de los Comentarios Reales para vender, quizá esperando a hacerlo con la Segunda Parte, próxima a salir publicada.

Edición de 1616
Un año después de su muerte ve la luz su segunda parte de los Comentarios Reales, que sale con el título "Historia General del Perú", donde narra los hechos acaecidos desde la llegada de los españoles.
Un año después de su muerte ve la luz su «Segunda parte de los Comentarios Reales», que el Inca había terminado ya en 1612. Por decisión póstuma de su editor, sale de imprenta con el título «Historia General del Perú», donde narra los hechos acaecidos desde la llegada de los españoles. El libro se publicó en Córdoba en 1617, aunque hay algún ejemplar previo de 1616 (foto superior). Tal vez Garcilaso pudo ver algunos pliegos de este último ya impresos antes de morir.

Poco tiempo después de publicar su obra más famosa, en 1612 el Inca Garcilaso completa la Segunda Parte de los Comentarios Reales, dedicada a la conquista del Perú, las guerras civiles habidas entre españoles y la resistencia de los Incas de Vilcabamba. En el prólogo se dirige “A los indios, mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo imperio del Perú, el Inca Garcilasso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad.” Pero Garcilaso murió antes de ver esta segunda parte impresa, pues sería publicada por su hijo en Córdoba un año después de su fallecimiento (1617). El título original fue cambiado, y en lugar de «Segunda parte de los Comentarios Reales», salió publicado como Historia General del Perú.

Prólogo de la Segunda parte de los Comentarios Reales, que el autor dirige “A los indios, mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo imperio del Perú, el Inca Garcilasso de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad.”

AL PURGATORIO…

En ese año en que terminó la segunda parte de sus Comentarios, 1612, Garcilaso compró la capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio en la Catedral de Córdoba, donde su hijo era sacristán. El escritor mestizo manifestó su deseo de ser enterrado allí, al lado de los arcos de la ampliación de la mezquita en tiempos de Almanzor. Había escogido para su descanso un lugar simbólico de mezcla de culturas, como es la Mezquita Catedral de Córdoba. Al fin y al cabo, él también era el resultado de una de estas combinaciones de culturas, en su caso entre la inca y la española.

En 1612, Garcilaso adquiere la capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio en la Mezquita-Catedral de Córdoba, manifestando su voluntad de ser enterrado allí. Paga el cierre con una reja, en la que figura el escudo por él diseñado y que figura en las primeras páginas de los Comentarios Reales.
Patronazgo de la Capilla del Inca (pinchar para ampliar).

Con 73 años, Garcilaso quería ir preparando su descanso final. No sabemos que enfermedades padeció, aunque tenía un acusado temblor en la mano desde hacía tiempo que a veces le impedía firmar documentos. Sería interesante poder realizar un examen paleopatológico de sus restos óseos, hoy expuestos en una urna de su capilla.

Interior de la capilla con la urna que contiene parte de los restos óseos del Inca Garcilaso.

No los he podido examinar en cercanía en mi visita a la Mezquita-Catedral de Córdoba, por estar cerrada con una reja, aunque si he comprobado que Garcilaso murió desdentado: su maxilar superior carece de dientes y molares, y el proceso alveolar muestra una atrofia que permite deducir que la pérdida ocurrió desde años antes de su muerte, probablemente por enfermedad periodontal (la llamada «piorrea»). También podría tener un pequeño osteoma (tumor benigno óseo) en la sutura entre su malar derecho y el hueso frontal.

Garcilaso estuvo desdentado en sus últimos años de vida, y sus huesos muestran signos degenerativos (artrosis) en algunas epífisis. Aunque no pude hacer un examen en cercanía de los huesos, podría haber sufrido una bursitis o sinovitis suprarotuliana, que limitaría la movilidad de una de sus rodillas y le produciría cojera.

Además las epífisis de algunos huesos largos muestran signos artrósicos, y una osteocondensación en la zona anteroinferior de uno de sus fémures podría apuntar a una bursitis o sinovitis suprarotuliana, inflamación crónica habitual en personas que permanecen arrodillados con frecuencia y que produce limitación funcional en los movimientos de la rodilla y cojera. Tómese esta observación con la debida prudencia, pues no he podido examinar en detalle los huesos.

En la noche del 22 al 23 de abril de 1616, el Inca mestizo falleció en su casa de la calle Deanes, a los 77 años.
Partida de defunción del Inca Garcilaso; la fecha del día 24 hace  referencia a su entierro. «Garcilaso de la Vega (al margen): Murio garcilasso de la vega auiendo recebido los sacramentos necessarios, a veinte y quatro días del mes de Abril deste aº de 1616. testo ante gonzalo fenez. de Corª snº pucº dexo por sus albaceas a don manuel de messa Canonigo y al licendº Andres de bonilla racionero de la sta ygla de Corª dieron para q’ se dixessen por su anima zien misas—–«

En la noche del 22 al 23 de abril de 1616, el Inca falleció en su casa de la calle Deanes. Tenía 77 años. Llegado el momento, su hijo organizó el entierro, y sus albaceas encargaron unas lápidas que rezan así: El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria. Ilustre en sangre, perito en letras, valiente en armas. Hijo de Garcilaso de la Vega, de las Casas de los duques de Feria e Infantado, y de Elisabeth Palla hermana de Huaina Capac, último emperador de las Indias. Comentó La Florida, traduxo a León Hebreo y compuso los comentarios reales. Vivió en Córdoua con mucha religión. Murió exemplar, dotó esta capilla. Enterróse en ella. Vinculó sus bienes al sufragio de las ánimas del purgatorio. Son patronos perpetuos los señores Deán y Cabildo desta santa Yglesia. Falleció a veynte y dos de Abril de mil y seiscientos y diez yseis. Rueguen a Dios por su Ánima.

Lápidas encargadas por sus albaceas a ambos lados del altar, con las banderas de España, Perú y Cuzco. También hay lápidas conmemorando el IV Centenario de los Comentarios Reales y el IV Centenario de la muerte del Inca: «Su espíritu creó una conciencia colectiva de mestizaje inspirada en el conocimiento, la tolerancia y el diálogo. Cabildo Catedral de Córdoba 23/04/2016″ (pinchar para aumentar).

Aunque en la lápida figura el 22 de abril, se trata de un error. La fecha que se da como casi segura es el 23, pues si bien en la partida de defunción de la catedral de Córdoba figura el día 24, se solía escribir la palabra «murió» por dar a entender que «se enterró» (algo similar ocurre con las partidas de Quevedo y Lope de Vega, según hace notar Astrana Marín).

En 1978 el obispo de Córdoba y el Deán de la Catedral hicieron entrega de una pequeña bolsa con parte de los restos del Inca Garcilaso al embajador del Perú en España para que fuesen entregados por el rey Juan Carlos I al Presidente de la República del Perú con motivo de su viaje al país. En el acto de entrega, Don Juan Carlos resaltó que Garcilaso

«es la encarnación temprana de ese gran mestizaje y de su primer reflejo en nuestra literatura. Cronista sublime, con su estilo claro y sencillo de gran escritor, abre con broche de oro la aportación americana a la común historia de nuestras letras. Sus Comentarios Reales, testimonio vivo e inmediato de las grandezas incaicas, contribuyeron al primer esfuerzo por difundir en el viejo continente el conocimiento de una América recién descubierta. Al entregaros hoy estas cenizas del Inca Garcilaso de la Vega, como Rey de España y en nombre de mi patria, quiero hacer patente esa nuestra solidaridad mestiza y el compromiso que ella representa. Más que de una dimensión biológica, se trata además, y sobre todo, de una vigencia cultural. Garcilaso, símbolo real de esa evidencia, queda, así en América como en España, como testimonio ejemplar».

Arqueta con parte de los restos de Garcilaso en la catedral de Cuzco, donados por los reyes de España en 1978.

Ese 25 de noviembre de 1978 se realizó la entrega en la catedral del Cuzco, y los restos fueron depositados en una arqueta que hoy se encuentra en una cripta del templo. Seguramente Garcilaso estaría satisfecho de saber que parte de sus restos descansan en su querido Cuzco natal, en aquella catedral que comenzaba a construirse cuando partió de la ciudad, entre ruidos de canteros y albañiles que iban levantando el nuevo templo cristiano, pero con bloques incas reutilizados. Una mixtura de la que el Inca Garcilaso fue el primer gran exponente en el mundo literario americano…

El Inca Garcilaso fue un pionero en la defensa del mestizaje como algo muy positivo y enriquecedor para la humanidad. Ya viviendo en la vieja España desde decenios, Garcilaso hace alarde y defensa de su condición mestiza, nombre que «por su significación me lo llamo yo a boca llena y me honro con él» (Comentarios Reales). Este orgullo lo proclama sin agresividad alguna, convencido que las aportaciones de culturas que se unen suman activos y enriquecen a la Humanidad. Planteamientos así fueron muy pioneros, pues hasta finales del XIX-inicios del XX no surgirán corrientes intelectuales que piensen de esta forma. Monumento al Inca Garcilaso como escritor clásico, símbolo del mestizaje y los vínculos que unen a España y el Perú.
Parque del Retiro, Madrid.
Escudo del Inca Garcilaso en su casa de Córdoba,
con el lema «con la espada, y con la pluma».

© José María Fernández Díaz-Formentí. Prohibida su reproducción total o parcial, del texto y/o imágenes.

Exposición La Biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega, Biblioteca Nacional, Madrid © Formentí 001
One Comment
  1. Ana María Fernández García-Cienfuegos permalink

    Interesantísimo todo lo que cuentas.

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